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martes, 19 de marzo de 2013

Vietnam: El caótico encanto de Hanoi y Ha Long Bay


Hanoi
Nuestro vuelo para Hanoi partió a las 7 de la mañana, así que a las 4 ya estábamos rumbo al aeropuerto. Y a las 9 de  la mañana ya estábamos arribando a Hanoi. Primera impresión: caos absoluto. Segunda impresión: más y más caos. Hanoi es algo extraordinariamente raro y caótico, pero con un caos que evidentemente todos los locales entienden. Si cruzar la calle en Bangkok era una travesía, Hanoi lo supera y con creces. No hay reglas, no hay semáforos, no hay mano y contramano, y lo peor de todo es que el 90% de los vehículos son motos. Miles y miles de motos que no frenan nunca, sólo te van esquivando mientras cruzas. Es muy loco, de repente ves cien motos que se dirigen hacia a vos, y que nunca van a frenar, y vos tenés que mandarte como si no existieran, sin arrepentirte, manteniendo el mismo paso para que ellas te vayan esquivando. Creo que acá el cansancio no lo medimos por kilómetros recorridos sino por cantidad de calles cruzadas.





Así y todo Hanoi me fascina, es todavía más interesante a mi gusto que Bangkok, en cuanto a diferencias culturales. Obviamente al estar pegada a China tiene todas las similitudes de esa cultura. La decoración de las calles llenas de colores y cosas bizarras (según nuestros parámetros occidentales). De a ratos parece una ciudad de animé. Puestos de comida por todos lados, negocios, negocios y más negocios. Por suerte para mi fiebre consumista acá lo que se vende más que nada son cosas truchas de marcas conocidas. Nada de artesanías ancestrales ni trajes típicos.


La vida de la gente transcurre en las veredas. Ahí comen, cocinan, compran, conversan.  La ciudad en sí es precaria y desordenada, y con un ritmo vertiginoso. Las construcciones son tan caóticas como el resto de la ciudad. Se ven edificios de los más distintos uno al lado de otro, o encimados, tapándose los balcones, como si cada uno construyera donde quiere. Hanoi es  la ciudad más ruidosa que conocí en mi vida. Las motos y autos tocan las bocinas como un acto reflejo, permanentemente, y eso se mezcla con el ruido de la cantidad de gente que circula por la calle, y la música que sale de los puestos y negocios.

Apenas llegamos a la ciudad, dejamos las cosas en el hotel, que estaba muy bueno, y nos fuimos para el lado del lago que está en el casco histórico de la ciudad. Recorrimos el lago Hoan Kiem y ferias adyacentes, incluido un museo o templo de no sé bien que, que queda en el medio del lago cruzando un puentecito rojo muy pintoresco. 

Después almorzamos, y comí la famosa sopa (Pho), que a mi parecer no es más que una sopa con fideos de arroz y carne, con un caldito sabroso, pero nada del otro mundo. Después del almuerzo nos fuimos a ver una de las grandes atracciones de la ciudad: un espectáculo de marionetas en un teatro. Algo muy bizarro realmente. Eran unos muñequitos que iban contando la historia de Vietnam  con música oriental de fondo, lo que hizo que a la mitad del espectáculo me empezara a quedar dormida, así que no sé muy bien como terminó.  Después de ahí seguimos caminando, caminando, y sobreviviendo a las motos asesinas, hasta volver al hotel.

Los vietnamitas me resultan muy simpáticos. Me caen super bien. Y además tenemos la facilidad de morirnos de risa cuando les preguntamos los nombres o tratamos de comunicarnos por alguna cuestión, porque como no entendemos lo que nos dicen, enseguida lo asociamos con otra cosa. Comunicarse en Hanoi es muy difícil. Nada de inglés. Sólo manos y ruidos onomatopéyicos.





A la noche salimos a cenar por las calles cercanas al hotel. Comimos en un lugar donde se podía encontrar cualquier cosa en la carta (pollo y cerdo, pero también pajaritos, rana, y hasta perro). Cómo la comunicación con la gente del lugar era prácticamente imposible, ni siquiera en lenguaje de señas nos entendían, ante mi temor de que me sirviera perro, pedí unos spring rolls (arrolladitos primavera) vegetarianos que estaban buenísimos. 

La oferta gastronómica en Vietnam es impresionante. La gente come todo el tiempo, pero no cualquier tentempié, sino comidas elaboradas. Y abundan los puestos, carros de comida y restaurantes por todas las calles. La gente se sienta en la vereda con unas sillas de plástico miniatura y se ponen a comer sus pho. Incluso creo que algunos sólo se cocinan para ellos, no para vender, y se reúnen a comer en la vereda en sus sillas, que como mucho miden 15 cm. de alto.

Después de cenar, ya alrededor de las diez y pico de la noche caminamos unas cuadras por la zona. El movimiento de gente era  el mismo que a las tres de la tarde. No sé si será porque justo estamos en los días de la festividad Tet, el año nuevo en Vietnam, y se produce una especie de “la noche de los shoppings”. La cuestión es que a esa hora de la noche los puestos en la calle seguían abiertos y la gente seguía comprando y comprando. Hasta los puestos de comida funcionaban. Realmente da la impresión que esta ciudad no para.

Hanoi no pareciera ser una ciudad tan turística como por ejemplo Bangkok, donde se puede ver gente extranjera por todos lados y casi todos hablan inglés. Acá es diferente. No se ven tantos turistas circulando (tal vez se quedan agazapados en el hotel por temor a que los mate una moto, no lo sé, pero no se ven). Y la gente local no está tan al servicio del turista. De hecho es difícil comunicarse, no todos hablan inglés, y nosotros menos que menos vietnamita.

Después de cenar nos volvimos al hotel. Y acá les quiero contar algo que nos pasó que fue tragicómico. Cuando volvimos al hotel después del paseo de todo el día, además del ruido de la ciudad se escuchaba una música permanente, un sonido muy extraño y estridente, como si fuese música oriental tocada con una gaita (que después vimos que era una flauta larga) desafinada y a todo volumen. Nosotros estábamos en el cuarto piso del hotel y parecía que la música la estaban tocando en el balcón. Nunca paró de sonar. Pensamos que tal vez venía de una especie de pub irlandés que había frente al hotel. Cuando salimos a cenar fuimos a ver de donde venía la música y resultó que al lado del hotel había un velatorio, y la música venía de ahí. A media noche, y gracias a Dios, pararon de tocar. Ya nos estaba quemando la cabeza.

El tema es que a eso de las 6 de la mañana, OTRA VEZ EMPEZÓ A SONAR LA MALDITA PSEUDO GAITA. Nos despertamos los tres porque no lo podíamos creer! Cuando bajamos a desayunar preguntamos cuanto duran los velorios en Vietnam, y para nuestra desgracia la respuesta fue tres días!!! Por suerte nos fuimos a pasar una noche a la Bahía de Ha Long!

Así que después del desayuno nos pasaron a buscar para nuestra tan esperada excursión a Ha Long Bay.

Ha Long Bay
Llegamos a la bahía al medio día. Nos subimos al barquito que estaba muy lindo, hicimos el check in en nuestro camarote, muy lindo también, y nos sirvieron el almuerzo. Bien al estilo vietnamita, miles de platos, algunos ricos y otros no tanto, pero para mi suerte casi todos con pescado y frutos de mar. Mientras almorzábamos ya nos íbamos adentrando en la bahía. Ha Long Bay es un conjunto de islas e islotes, miles, enormes rocas que salen del mar. Fue declarada patrimonio natural de la humanidad por la UNESCO. 


La verdad que es un paisaje impactante, muy pero muy bello. Según los vietnamitas, hay una leyenda que dice que cuando Vietnam se estaba independizando de China, los chinos quisieron atacar a los vietnamitas por el mar. Y desde el cielo bajó un dragón que escupió un montón de perlas que formaron las islas que componen la bahía. Así que cuando los chinos iban llegando a la costa, se chocaron contra todas las rocas, y no pudieron invadir Vietnam. Hermosa leyenda.





La primera actividad que hicimos en la bahía, un rato después de almorzar, fue conocer una cueva que hay dentro de uno de los islotes que se llama The Amazing Cave (la cueva asombrosa). Y realmente lo es. Es una cueva enorme con formaciones en las rocas producto de la erosión del agua. Difícil de describir con palabras la belleza de ese lugar. 


De ahí nos llevaron a una playa que según entendimos se llama “Tito” (o Thii T´o). No nos metimos al agua porque la verdad que estaba bastante fresco, pero subimos hasta la punta de la roca donde hay un mirador con una vista increíble de la bahía. Después de la playita nos preparamos unos mates para tomar en la terraza del barco, y a las seis y media ya nos dieron la cena. Otra vez con mucho bicho de mar. A las ocho ya no quedaba nadie, así que nos fuimos a contemplar la noche otra vez a la terraza. Es un lugar maravilloso. Y ya el clima se empezaba a perfilar más fresquito… Hanoi  y la Bahía de Ha Long están ubicados más al norte, por lo tanto el invierno es invierno, no como en el resto del SEA que siempre hace calor.

Nos levantamos a la mañana siguiente con la vista a la bahía de Ha Long. Impagable. A las siete de la mañana servían el desayuno, así que tuvimos que madrugar un poco. Cuando salimos para el comedor sentimos el frío matinal de la bahía. Por suerte nos fuimos preparados. Hasta el medio día que desembarcamos estuvimos navegando por la bahía y contemplando el paisaje. 

Volvimos a Hanoi alrededor de las cinco de la tarde, y ya se veían los últimos preparativos para el festejo del Año Nuevo Lunar. De hecho ya los veníamos observando: carteles de año nuevo por todas las calles, adornos dorados y de colores fuertes por todos lados, árboles de una fruta que es como una mandarina en todas las casas, que sería el equivalente del  árbol de navidad, gente transportando esos árboles de un lado para el otro (en moto, obvio), y muchas otras cosas. Mucho movimiento festivo.

Pasar el Año Nuevo Lunar en Hanoi fue una experiencia extraordinaria. Estoy feliz de haber podido vivirla, porque creo que son esas cosas únicas en la vida. Salimos a cenar muy temprano a uno de los pocos lugares que quedaban abiertos, un lugar muy lindo, con una atención alucinante. Después nos volvimos para hotel para bañarnos, ya que nos habían avisado que a media noche había un espectáculo de fuegos artificiales para recibir el año. Llegamos al hotel y no había nadie en la recepción. Nos abrieron la puerta de la cocina y estaban los recepcionistas sacrificando un pollo! Al principio me dio mucha impresión, pero después nos explicaron que es parte de la tradición del nuevo año. En la calle, en todas las puertas de todas las casas, había montado un pequeño altar con el pollo sacrificado (ya hervido pero con su cabeza y la forma de pollo), y otros objetos como arroz, fuego, figuras orientales, etc. 

Del hotel ya nos fuimos hacia el lago, para ver el espectáculo. Era un mundo de gente y de motos. Todos con ánimo festivo, todos alegres. El espectáculo fue bellísimo, de hecho nunca vi unos fuegos artificiales tan hermosos. La gente gritaba, aplaudía, y a nosotros no se nos borraba la sonrisa de la cara. Ya terminado el show, camino al hotel, la gente nos regalaba bolsitas con sal para la abundancia, y amuletos para la buena suerte para el nuevo año. En las calles la gente hacía unos fogones en la vereda (según lo que pudimos entender, para que “algo” se elevara al cielo con el humo), y tiraba arroz desde los balcones. 

Llegamos al hotel y al fondo había una mesa grande, con la gente del hotel, gente local y algunos turistas, festejando el comienzo del año. Muy amablemente nos invitaron a sentarnos a la mesa, nos sirvieron comida, nos invitaron vino, cervezas y frutas. Uno de los anfitriones era un vietnamita radicado en EE.UU. que había sido ex combatiente de la guerra de Vietnam. Un señor muy simpático, que contaba anécdotas y chistes. Fue una noche inolvidable.




El último día en Hanoi fue alucinante. Resulta ser uno de mis amigos con los cuales viajé tenía una conocida que estudió en Europa con un vietnamita, Tuang, con el cual tomamos contacto por mail antes de viajar. A la mañana Tuang nos llamó al hotel y nos invitó al almuerzo de comienzo de año en su casa. Así que nos pasó a buscar en un taxi y nos fuimos con él. El almuerzo estuvo exquisito. Nos sentamos en el piso, como es tradición, y sirvieron como diez platos diferentes de comida vietnamita, una mejor que la otra. Estaba Tuang junto a toda su familia, incluido su padre que nos contó que había combatido contra el régimen de Pol Pot en Camboya. Fue una experiencia increíble participar del almuerzo de comienzo de año con una familia vietnamita. Nos trataron espectacularmente bien.


Después del almuerzo, el paseo siguió por unas cuantas pagodas, y por el mausoleo de Ho Chi Minh, al cual no pudimos entrar por ser feriado, así que nos conformamos con verlo por afuera. Nos perdimos a Ho Chi Minh embalsamado. 

Después fuimos a conocer unos lagos que quedaban cerca del mausoleo, una especie de rosedal vietnamita, y nos volvimos caminando hasta el hotel, que ya a esa altura estaba bastante lejos. De camino conocimos la Catedral de Notre Dame de Hanoi, que viene a ser como una réplica de la original, con luces de neón y toques orientales. Después a cenar y de vuelta al hotel para preparar los bolsos. A la mañana partimos para Ho Chi Minh.


Sinceramente debo decir que más allá de la fascinación por Hanoi, lo que más disfruté fue a los vietnamitas de esta ciudad. Me sentí muy bien con ellos. Siempre nos trataron maravillosamente, siempre amables, siempre con una sonrisa. Tuang nos decía que después de lo que vivió este pueblo, lo único que quieren es estar en paz. Debe ser así, y se nota en el trato con el otro.




Recomendaciones

  • Hotel Marriotte en Hanoi. Dirección: 49 Luong Ngoc Quyen, Hoan Kiem. Buscarlo en booking.com. Fue uno de los hoteles más lindos en los que estuvimos en el SEA. La ubicación es céntrica. Las habitaciones son ENORMES. Tienen aire acondicionado, heladera y televisión. Sirven desayuno. Pero lo que realmente lo destaca es la calidez del personal.
  • Restaurante Gecko. Dirección: 66 Hang Trong, Old Quarter. Es un lugar muy lindo, cerca del lago. Sirven platos vietnamitas e internacionales. La comida es muy rica, y los precios económicos. Y lo que destaca al lugar es, otra vez, la calidez del personal.
  • Viet Long Travel. http://vietlongtravel.com/. En esta agencia contratamos el tour a Ha Long Bay, el cual estuvo muy bueno. Cumplieron con todo. Muy buena relación precio - calidad.
  • Recorrer la ciudad caminando, y no amedrentarse con las motos. Para cruzar hay que comenzar a caminar, aunque uno vea que las motos no paran. Mantener el mismo paso sin retroceder ni parar, que ellas mismas se encargan de esquivarlo a uno,
  • Interactuar con la gente, como se pueda, aunque sea con una sonrisa.
  • Probar los platos típicos. Son exquisitos.

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