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miércoles, 27 de agosto de 2014

Paseando por el NOA. Última parte (por ahora). Los Valles Calchaquíes


Valles Calchaquíes, la tierra del sol y del buen vino.

Llegadas nuevamente a la ciudad de Salta, contratamos una excursión para visitar Cachi al día siguiente. Se puede acceder Cachi también por cuenta propia, ya sea en vehículo, o bien en micro de línea (empresa Alé). Como nosotras contábamos con poco tiempo, y no íbamos a poder quedarnos a pasar la noche en allí, optamos por contratar una excursión que nos iba a optimizar el tiempo, y que estuvo muy bien.

En esta oportunidad en Salta nos alojamos en un hostal que habíamos visto y reservado antes de viajar hacia La Quebrada, el Hostal Casa La Linda. La habitación privada con baño compartido nos salió 100 pesos por persona (con baño privado estaba 150 pesos), lo que incluye un desayuno muy completo, y una atención excelente. La ubicación es ideal, a tres cuadras de la terminal y a cinco de la plaza principal. Toman la reserva sin depósito ni tarjeta de crédito. Y la verdad que hicimos bien en reservar con anticipación porque la demanda de alojamiento en esta época del año es muy alta.

La excursión a Cachi la contratamos en la Agencia de Turismo La Posada (320 pesos la excursión completa, no incluye comidas). La gente que nos acompañó en el paseo venía con varias quejas sobre esa agencia, pero en esta excursión nosotras no tuvimos inconvenientes. Tampoco es gran cosa. Básicamente consta de una combi que te lleva a Cachi y en la ruta va haciendo paradas en puntos turísticos y fotografiables. El mismo chofer oficiaba de guía de turismo e iba indicando algunas cuestiones, relevantes y no tanto. La excursión dura 12 horas, es cansadora porque se arranca muy temprano y porque el trayecto alcanza alturas importantes, y el apunamiento se siente.




El camino a Cachi es de montaña, y se transita por la Cuesta del Obispo, un camino de ripio y precipicio, de muchas curvas y contra curvas, que va increyendo en altura muy rápidamente. Si bien el camino es tranquilo, ya que se hace despacio por sus condiciones, si se sufre de vértigo es conveniente hacerlo con los ojos cerrados. Si se disfruta de esos caminos, los paisajes que se aprecian son hermosos. A lo largo del trayecto también se transita por la famosa Recta de Tintín, la que atraviesa el Parque Nacional Los Cardones, donde se hace una parada para visitarlo. Ahí se observan muchísimos cardones de proporciones muy grandes.

Cachi es un pueblo pintoresco, de arquitectura colonial muy bien conservada, y rodeado de un paisaje montañoso muy bello. Como era de esperar, lleno de turistas y preparado para eso. La excursión nos dejó dos horas para visitar el pueblo, lo que fue más que suficiente. Pero si se cuenta con más tiempo creo que debe ser muy lindo pasar al menos una noche allí. Además de esa manera se amortiza lo cansador del viaje, ya que en definitiva terminan siendo 10 horas arriba de una combi. De todas maneras, aunque cansador, vale la pena hacerlo y conocer Cachi.

Ya entrando en el final del viaje, partimos desde Salta para Cafayate (Flecha Bus, 104 pesos el pasaje, 4 horas de viaje aproximadamente). Si uno se maneja sin vehículo ni excursión, la opción de ir a Cafayate desde Cachi no es viable porque no hay micros que unan esos pueblos, así que no queda otra que volver a pasar por la ciudad de Salta. También desde Salta se ofrecen, al igual que a Cachi, excursiones que van y vuelven en el día y hacen paradas estratégicas en el camino para ver diversos puntos, o bien circuitos que incluyen Cachi y Cafayate. Como nuestra intención era quedarnos unas noches en Cafayate, esta última opción tampoco nos convenía por los costos.

En Cafayate tuvimos la suerte de dormir en el Centro de Estética de una persona conocida, donde además aprovechamos para ponernos lindas. Si se pasa por Cafayate y se requiere algún masaje descontracturante, lavado de cabello, y o bien embellecerse, queda más que recomendado. Antes de tener la suerte de encontrar una persona conocida que nos alojara, habíamos hecho una reserva por booking.com en el Hostel La Casa del Árbol. En la página figuraba una tarifa que nos llamaba la atención por lo económica, por lo que luego de la reserva enviamos un mail al hostel para confirmarla. Desde el hostel nos respondieron varios días después que las tarifas no estaban actualizadas, pasándonos un precio que duplicaba el que figuraba en la página por lo que cancelamos la reserva. A esa altura, y por la demanda de alojamientos por ser temporada alta, no pudimos conseguir otra cosa por internet. Así que si optan por reservar en ese lugar, estén atentos.

Cafayate es un pueblo -casi ciudad- muy lindo, y que ha crecido mucho en los últimos años, por lo menos de lo que yo recuerdo de mis visitas anteriores. El pueblo tiene un paisaje y una geografía hermosa ya que está rodeado por montañas y viñedos. El camino desde Salta hasta allí vale la pena apreciarlo. Si se viaja en auto, a lo largo de la ruta se pueden hacer paradas para conocer algunas atracciones turísticas, que son las indicadas en los trayectos de las agencias de turismo. Como nosotras decidimos viajar en micro por nuestra cuenta esto no fue posible. También existe la opción de contratar excursiones para hacer esas visitas desde Cafayate, pero nosotras ya veníamos bastante cansadas a esa altura del viaje y nos dedicamos más a disfrutar del pueblo y conocer algunos lugares y hacer caminatas por nuestra cuenta.

Dentro de los paseos y lugares visitamos Cabras de Cafayate, una fábrica de quesos de cabra ubicada a 1 km del centro de la ciudad, muy lindo para ir caminando. Allí realizan visitas guiadas y degustación por 10 pesos. Por la noche disfrutamos de la Peña Doña Argentina, a la que también volvimos la noche siguiente. El lugar es un negocio familiar muy cálido, con excelente comida y un espectáculo de gran calidad, donde se disfruta de una hermosa velada. 

Al día siguiente hicimos una caminata al Divisadero del Río Colorado (4 km desde el centro de la ciudad). En el camino también los lugareños ofrecen visitas guiadas para ver pinturas rupestres. Cafayate es uno de los puntos principales de la ruta del vino de Salta (y creo que también de las heladerías), por lo que, tanto en el pueblo como en sus alrededores hay varias bodegas que ofrecen visitas guiadas y degustaciones, algunas gratuitas y otras no. Nosotras visitamos la Bodega El Tránsito, ubicada en el centro del pueblo, donde la visita y degustación son gratuitas.

Finalizada la visita a Cafayate, retornamos a Salta para dormir una noche más y tomar el vuelo de regreso a Buenos Aires.


El Noroeste de nuestro país es un destino privilegiado tanto por sus bellezas geográficas como culturales. Es para conocer, y para volver. Los paisajes que se aprecian son únicos, y la variedad de georgrafías en tan poca extensión es notable. Uno puede pasar de la copiosidad de la selva a la áridez de la puna, pasando por los cerros de mil colores que roban el aliento de cualquiera y transmiten una energía hermosa. La calidez de la gente, la música y los bailes, y la deliciosa gastronomía, coronan esas maravillas geográficas de forma inigualable. El NOA es un destino ideal, de gran disfrute, así que a disfrutarlo.



Recomendaciones

  • Hostal Casa La Linda. Dirección: Alvarado 71, Salta capital. Muy recomendable. Excelente relación precio/calidad.
  • Turismo La Posada. Dirección: Buenos Aires 94, Salta capital. Excursión a Cachi. También ofrecen diversas excursiones a todo el NOA.
  • Cabras de Cafayate. Fabrica de quesos de cabra. Visitas guiadas y degustaciones. 
  • Bodega El Tránsito.  Dirección: Belgrano 102, Cafayate.
  • Peña Doña Argentina. Colón 124 (a una cuadra de la Plaza Principal), Cafayate. Por Facebook "Doña Argentina". Muy recomendable para pasar una hermosa velada, con muy buena comida, hermoso clima y música en vivo de alta calidad.
  • Centro de Estética J. O. Belgrano 19, Cafayate.  

Paseando por el NOA. Parte II. La Quebrada de Humahuaca y sus cerros de mil colores


Quebrada multicolor

Por la mañana partimos desde la ciudad de Salta rumbo a Tilcara, Jujuy (por Balut Hnos., 80 pesos el pasaje). Las cuatro horas de viaje resultaron ser cinco por un corte en la ruta. Aunque finalizando todo el recorrido por el NOA, y luego de varios micros, pudimos concluir que por lo general los horarios de llegada se retrasan un poco.

Tilcara es la ciudad más turística de la Quebrada de Humahuaca, y por mis experiencias previas ésto va en aumento. La oferta de hoteles, restaurantes, negocios de artesanías, agencias de turismo, y otro servicios, es cada vez mayor. Así y todo, si se viaja en temporada alta, dicha oferta hasta puede ser poca. Tilcara es el pueblo donde la mayoría de los turistas que visitan la zona deciden hacer base y visitar los atractivos que ofrece la Quebrada. Así que dependiendo de la fecha en que se viaje, tal vez convenga reservar. Durante la temporada de invierno se recibe mayormente turismo familiar y con poder adquisitivo, mientras que en el verano se recibe turismo joven y mochileros, según nos contó la gente del lugar. Vale la pena pasar por la Oficina de Información Turística, donde brindan mapas e información sobre paseos y alojamientos, entre otras cosas.

En esta ocasión nos alojamos en el Hostel los Molles (100 pesos por persona en habitación compartida, con desayuno). El hostel es muy lindo, aunque continúa con el déficit de la cantidad de baños, propio de todos los hostels en los cuales estuve en esta región del país. Las habitaciones son amplias, y la gente que atiende el lugar es realmente muy amable, siempre atenta a las necesidades de sus huéspedes. Los espacios comunes son muy disfrutables, y al estar ubicado en un sector un poco elevado del pueblo la vista es hermosa. El hostel también cuenta con un bar que ofrece bebidas y comidas deliciosas a precios muy accesibles, y también ofrecen diversas actividades culturales (ciclos de cine, de música, de teatro).

La tarde que arribamos a Tilcara, y con poco tiempo antes que anocheciera y comenzara a descender la temperatura, hicimos una caminata de 1 kilómetro a La Laguna del Cerro Chico donde básicamente no hay nada. Creo que ni siquiera clasifica como laguna. Es sólo caminar por el hecho de disfrutar ese transitar, sin esperar la llegada a algún lugar más maravilloso que el camino mismo, como en general nos pasó en casi todas las caminatas que hicimos.

En la Quebrada de Humahuaca, durante el invierno, la amplitud térmica es un tema a tener en cuenta. Durante el día, al sol se puede estar en remera y shorts. Ahora, cuando comienza a oscurecer la temperatura realmente baja, y si no se cuenta con un buen abrigo se sufre frío de verdad. Así que a la hora de armar el equipaje es importante tener en cuenta esto. Durante el verano también la amplitud térmica es muy marcada. No hace tanto frío por la noche, pero si mucho calor durante el día.




Desde Tilcara visitamos Purmamarca, aunque volveríamos luego a hacer noche allí. Todos los pueblos de la Quebrada están conectados entre si por diversas líneas de colectivos interurbanos, que circulan en diferentes horarios a lo largo de todo el día. Los boletos se sacan en el momento y en el lugar desde donde parten los servicios, y son económicos (de Tilcara a Purmamarca el pasaje sale 8 pesos por 30/45 minutos de viaje).

Purmamarca es a mi gusto el pueblo más lindo de la Quebrada, por lo menos de los que conocí. Obviamente es una percepción muy personal y subjetiva, pero yo siento una energía especial, muy linda, cada vez que visito este lugar. Allí está el famoso Cerro de los Siete Colores, y es el punto de la Quebrada desde donde se accede a las Salinas Grandes, visita imperdible. Desde Purmamarca ofrecen remises o combis que salen permanentemente hacia las Salinas (todos cobran lo mismo: 400 pesos el remis para cuatro personas, o sea 100 pesos por persona, con muy poca posibilidad de negociar por una cuestión de respeto y cuidado del trabajo entre ellos mismos. Si uno está sólo, o falta gente para completar el remis, los mismos locales te juntan con otras personas en la misma condición). Para llegar a destino se transita la ruta internacional a Chile, atravesando la Cuesta de Lipán donde se alcanzan los 4100 metros de altura, lo que hace que cueste respirar, el famoso apunamiento. Luego se llega a las Salinas, donde se disfruta un rato del paisaje hasta que el sol empieza a quemar. El camino de Purmamarca hasta las Salinas es un paseo en sí mismo por los paisajes que se aprecian. Se pasa de la zona de Quebrada y sus cerros coloridos, a la áridez de la Puna, para desembocar en las Salinas como broche de oro de un recorrido bellísimo.

En relación a la gastronomía, casi no tiene sentido cocinarse, si es que se cuenta con esas instalaciones en el alojamiento. Hay precios para todos los gustos. Se puede comer desde una tortilla rellena de jamón y queso al paso por 10 pesos, hasta menúes en restaurantes con bebida o postre y un buen plato típico por 40/60 pesos. También por menos de 100 pesos se puede cenar en alguna peña con música en vivo, vino y algún plato norteño. La oferta de lugares gastronómicos alcanza y sobra para atender todas las necesidades de gustos y de bolsillo.

Para los amantes de las actividades al aire libre Tilcara, y en general todos los pueblos de esta zona, ofrecen diversas opciones: cabalgatas, trekking, circuitos a pie con mayor o menor dificultad, etc. Así que el último día en este pueblo nos pasamos de caminata en caminata. Arrancamos temprano con el Pucará, que combina un lindo paseo a pie, con una visita histórico cultural. El Pucará, que significa fortaleza, son ruinas donde vivían los pueblos originarios (los tilcaras, en este caso). A lo largo de la Quebrada de Humahuaca había diversos Pucarás, pero sólo se reconstruyeron las ruinas que se encontraron en Tilcara. Lo que se observa tiene casi nada de la estructura original, sino que fue construido a mediados del 1900 por arqueólogos, ya que la fortaleza originaria fue destruida por los españoles durante la colonización.

Las ruinas están situadas a 1 km de la ciudad, es una visita de una hora aproximadamente, y es recomendable hacerlo con guía, que son a voluntad, y vale la pena la explicación del circuito. La entrada sale 25 pesos, y con ella también se puede acceder al Museo Arqueológico situado frente a la Plaza Principal. La vista desde el Pucará es realmente preciosa. Toda la caminata, desde el centro de la ciudad hasta la subida al Pucará, no tiene ninguna dificultad.

Hay en este pueblo otra caminata muy conocida, y un tanto más extensa: La Garganta del Diablo. Consta de un circuito por los cerros hasta llegar al cañón que da el nombre al paseo, y si se quiere seguir un poco más, se puede visitar una cascada. La caminata es cansadora: son 4 km cuesta arriba hasta llegar al cañón, para luego descender y conocer el mismo, y si aún se cuenta con fuerzas y ganas, caminar por el costado del río hasta una cascada. El paseo en total dura alrededor de 4 horas, sin descanso, y el camino está indicado. Vale la pena no tanto por la cascada o el cañón, sino por los paisajes que se aprecian en el camino, además de ser una linda actividad para hacer ejercicio. Es recomendable llevar buen calzado, mucha agua, y hacerlo por la mañana. Nosotras lo hicimos al mediodía y el sol es muy fuerte.

Por la noche y para ponerle un broche de oro a nuestra estadía en Tilcara visitamos la Peña de Chuspita, ubicada en la calle Padilla a metros de la intersección con Belgrano. Es un lugar muy divertido, con música en vivo, buena comida, y por lo general se arma baile y la fiesta dura hasta altas horas.




Al día siguiente partimos para Humahuaca (viajando por la empresa Evelia, con servicios a cada hora aproximadamente, con un costo de 18 pesos el pasaje por 45 minutos/1 hs de viaje). Humahuaca no me resultó tan acogedora como los otros pueblos, aunque claramente tiene sus encantos. Para los amantes de las artesanías autóctonas, esta ciudad cabecera de la Quebrada, está repleta de ferias, mercados y puestos de productos artesanales, aunque la mayoría se nota que ya están industrializados. Los precios son más económicos que en los destinos más al sur, por lo que si se quiere hacer algunas compras, conviene esperar hasta llegar aquí. Si se va a continuar subiendo a otros pueblos como La Quiaca, o Villazón en Bolivia, los precios son aún más económicos y la oferta de productos mayor. 

La ciudad de Humahuaca es pintoresca, con sus calles adoquinadas, sus faroles, y su grandioso Monumento a la Independencia que se erige como la imagen típica de este lugar. La oferta gastronómica también es grande, aún más que en otros pueblos. Los lugares más turísticos manejan más o menos los mismos precios: platos desde 40 pesos, menúes desde 70, y algunos con el extra de algún espectáculo en vivo. También hay comedores, donde concurre mayormente la gente del lugar, que ofrecen menúes desde 30 pesos sin bebida. Y sino las tortillas rellenas que ya son parte del panorama quebradeño.

En Humahuca nos alojamos en el Hostel el Sol, el cual se encuentra bastante alejado del centro (1 km, que para estos lugares es mucho). La habitación doble privada con baño compartido costó 220 pesos por noche. El hostel el lindo, pero la contra es la distancia del centro. Además las habitaciones no contaban con un sistema de calefacción muy seguro: era una garrafa con una parrilla conectada, lo que hacía que hubiera un olor a gas permanente, y no se pudiera dormir con eso encendido cuando la calefacción es realmente necesaria a la noche en invierno. Los baños compartidos no contaban con ningún sistema de calefacción.

Una de las actividades que vale la pena hacer en Humahuaca es la caminata a Peñas Blancas, a 2 km aproximadamente del centro de la ciudad. Las Peñas es un mirador muy bonito, que no tiene mucha dificultad para subir, desde donde se pueden apreciar vistas preciosas de la ciudad y la quebrada. Es un lindo lugar para sentarse a contemplar y tomar unos mates. Desde Humahuaca también se visita el famosísimo -cada vez más- pueblo de Iruya. En esta ocasión no lo visitamos porque no contábamos con tiempo, porque seguramente el frío sería importante, y porque yo ya lo concía y no tenía ganas de volver. Iruya es precioso. Es un pueblito perdido en el medio de la montaña, aunque supongo que con el interés turístico que fue despertando en los últimos años debe estar cada vez menos perdido. Si se decide visitarlo, recomiendo permanecer al menos una noche porque el viaje es largo (3/4 hs.). El camino es de ripio y montaña, y las empresas salen desde la terminal de Humahuaca.

Nuestro recorrido por la Quebrada de Humahuaca nos llevó nuevamente a Purmamarca, mi lugar favorito. Uno de mis asuntos pendientes era pasar una noche en este pueblo, así que con esa excusa y para darnos un gusto, nos alojamos en un Hotel Spa (Casa de Adobe, 970 pesos la habitación doble con desayuno, 150 pesos el circuito completo de spa). Con lo que disfrutamos ese día amortizamos su costo. Y después de tanto recorrido, caminatas, hostels y baños compartidos, un poco de mimos y relax no nos venía para nada mal. El hotel está ubicado fuera del pueblo, a no más de 1 km. con una vista maravillosa a los cerros de colores, y unas instalaciones que justifican su costo.

Ese día en Purmamarca aprovechamos para hacer dos caminatas que nos habían quedado pendientes, como para no perder el ritmo. Una fue subir el Cerro Morado, desde donde se observa la típica postal del pueblo con el Cerro de los Siete Colores por detrás. Es una subidita empinada, pero de no más de 5 o 10 minutos, dependiendo del paso. La segunda caminata fue el Camino de los Colorados. Sinceramente de todas las caminatas que hicimos fue la que más nos gustó. Se comienza desde el centro de la ciudad, pasando por el cementerio y adentrándose en un circuito de una belleza extraordinaria, con una geografía diferente a la que se observa en otras caminatas. Además de los cerros de múltiples colores, hay formaciones rocosas inmensas, de formas y colores abrumadores. Son unos 2 km de recorrido aproximadamente, sin mucha dificultad. Con mi hermana coincidimos en que fue el paseo a pie más lindo que hicimos a lo largo del viaje, por la diversidad de paisajes que se aprecian.

Finalizando nuestro recorrido por la Quebrada de Humahuaca, a la cual seguramente volveré  como ya lo hice en tres oportunidades, regresamos para la ciudad de Salta, para iniciar el recorrido hacia el sur por los Valles Calchaquíes.

En otra oportunidad y con más tiempo tuve la suerte de visitar Yavi, un pueblito muy pequeño de la puna, caracterizado por su aridez y sus construcciones de adobe, a unos 30 minutos en taxi desde La Quiaca. Si se decide continuar el viaje más al norte, vale la pena darse una vuelta y conocer este pueblo, más perdido en el tiempo que cualquier otro, con su capilla de oro, y con una de las noches más bellas que vi.



Recomendaciones

  • Tener en cuenta que a lo largo de toda esta región la amplitud térmica es realmente muy marcada, y en invierno se pueden tener temperaturas veraniegas durante el día, y muy frías cuando oscurece.
  • Empresa de micros de larga distancia Balut Hnos. Ofrecen servicios desde y hasta casi todos los puntos del NOA, con una amplia oferta de horarios.
  • Las distancias entre los diversos pueblos de la Quebrada son cortas, y por lo general se puede utilizar el transporte interurbano, que ofrece servicios permanentemente (durante el día y entrada la noche). Una de las empresas que más servicios tiene es Evelia S.A.

TILCARA

  • Oficina de Información turística. Belgrano 590, a  pocas cuadras de la terminal de omnibus. Brindan buena información y mapas gratuitos.
  • Hostel Casa Los Molles. Dirección: Belgrano 155. Sumamente recomendable. Ambiente muy cálido, con excelente atención. Las habitaciones son amplias, y los espacios comunes muy lindos. Ubicado a dos cuadras de la Plaza Principal. Cuenta con un bar que ofrece bebidas y comidas riquísimas a precios muy accesibles, además de distintas actividades culturales. El pan casero que sirven en el desayuno es el mejor que probé.
  • Visita a las Ruinas del Pucará. 1 km del centro de la ciudad. Se recomienda hacerlo con guia (que cobran a voluntad, y se espera que la gente tenga muy buena voluntad porque realmente saben mucho y no cobran ningún sueldo por eso).
  • Caminata a la Garganta del Diablo. 8 km ida/vuelta por camino de montaña con sendero delimitado (4 hs en total sin descanso). Ideal para disfrutar de un hermoso paisaje y hacer actividad física. Es recomendable hacerlo temprano, para no caminar en  subida a pleno sol.
  • Peña de Chuspita. Dirección: Calle Padilla y Manuel Corte (a metros de la intersección con Belgrano).

PURMAMARCA

  • Hotel Spa Casa de Adobe. Ruta Nacional N° 52 km 4,5. Ideal para tomarse un descanso y relajarse. Para los que viajamos con un presupuesto acotado, es sólo para darse un gusto de una noche. Así que conviene llegar muy cansado y contracturado para sacarle el mayor provecho al spa.
  • Visita a las Salinas Grandes. Imperdible. Se transita la ruta internacional que llega a Chile, atravesando la Cuesta del Lipán. Para los que no cuentan con vehículo propio, se ofrecen taxis y combis en Purmamarca para realizar el paseo.
  • Cerro Morado. Para tener la mejor vista del Cerro de los Siete Colores.
  • Camino de los Colorados. Es una de las caminatas más lindas que ofrece esta región del país. Son 2 km, sin dificultad.

HUMACUACA

  • Lugar estratégico para la compra de artesanías y productos autóctonos (y no tanto).
  • Hostel el SolEl hostel es lindo, pero está ubicado a 1 km del centro de la ciudad, camino a las Peñas Blancas. Para el que quiere estar alejado del bullicio (que en Humahuaca tampoco es tanto), es recomedable. No lo recomiendo para hospedarse en invierno, y menos si se elige la opción de habitación con baño compartido, ya que el acceso a los mismos es al aire libre y no están calefaccionados.
  • Paseo a las Peñas Blancas. 2 km del centro de la ciudad. Caminata sin dificultad, para contemplar un hermoso paisaje y la ciudad de Humahuaca desde arriba.
  • Viaje a Iruya. Se accede desde Humahuaca. Se ofrecen servicios de transporte desde la terminal. Recomiendo quedarse al menos una noche, y si se viaja en invierno tener en cuenta que puede llegar a hacer mucho frío.

Paseando por el NOA. Parte I. Salta La Linda


Desde qué viajé por primera vez al noroeste argentino en el año 2006, siempre supe que regresaría. Y lo voy a seguir haciendo. Ya voy por la tercera. 
Esta región del país, sus pueblos y ciudades no son sólo para conocerlos. Sino para vivirlos, contemplarlos y disfrutarlos. Los paisajes inhóspitos y aquellos que encandilan por sus colores. Los pueblos perdidos en la inmensidad y en el tiempo junto a las prósperas ciudades. La música, el baile con sus pañuelos al cielo, las comidas (y por supuesto las bebidas), hacen del NOA un lugar único, donde coexisten la algarabía de una noche entrada en copas, bailes y guitarreadas, con la tranquilidad que brinda la contemplación de sus bellos paisajes.

Los invito a recorrer esta región de la Argentina, desde los Valles Calchaquíes hasta la Puna. Así que a mascar un puñadito de hojas de coca, no vaya a ser cosa que se apunen en la mitad del viaje.


Salta La Linda

Nuestro viaje comenzó con la llegada a Salta capital. Esta ciudad es un punto estratégico para recorrer esta zona del país, encontrándose a medio camino entre Jujuy (al norte), y los Valles Calchaquíes y Tucumán (al sur). La ciudad de Salta es la más importante y grande de esta región, y desde allí existe de sobra oferta para realizar excursiones, o bien transporte para visitar cualquier punto del NOA.

Arribamos al aeropuerto de Salta luego de dos horas de vuelo desde el Aeroparque Jorge Newbery de la Ciudad de Buenos Aires (Aerolíneas Argentinas - Austral, 2100 pesos el pasaje ida/vuelta). Las veces anteriores viajé en micro y son aproximadamente veinte horas. Ya no creo resistirlo, y en cuestión de precios no hay mucha diferencia. 

Desde el aeropuerto al centro de la ciudad hay poco viaje, no más de veinte minutos, pero no hay transporte público con lo que hay que acudir a los taxis (80 pesos aproximadamente el viaje al centro de la ciudad), o bien a las combis (35 pesos por persona).

Las primeras dos noches nos alojamos en el Hostel Prisamata (85 pesos la cama en habitación compartida de siete personas, incluye desayuno). Este hostel cuenta con muy buena ubicación, en el centro de la ciudad y justo a la vuelta de la calle Balcarce donde está la movida nocturna. Los espacios comunes son muy lindos, y es un hostel joven, bueno para interactuar y conocer gente. Pero si se quiere descansar no es recomendable ya que es muy ruidoso debido a que las áreas comunes están muy cerca de las habitaciones. En cuanto a las instalaciones son regulares, hay pocos baños, y la limpieza deja mucho que desear.

El primer día en esta ciudad recorrimos el centro y los alrededores de la Plaza Principal -que lamentablemente estaba cerrada por refacciones-, y no mucho más porque era la final del mundial, así que nos instalamos a sufrir en un bar del centro. Por la noche visitamos la calle Balcarce con sus famosas peñas mega turísticas pero no por eso menos lindas. Los espectáculos que se ofrecen son de calidad. Por lo general se presentan varios artistas por noche con un derecho de show económico (nosotras pagamos 40 pesos y casi todas las peñas de la calle Balcarce manejan este cachet). Las comidas son buenas y para todos los gustos y precios. Nosotras visitamos la Peña los Cardones y pasamos una linda noche, pese al cansancio.

Otro de los paseos que realizamos en la ciudad de Salta fue la Quebrada de San Lorenzo, ubicada a 12 km de la ciudad. Si no se cuenta con vehículo propio, se puede llegar con colectivo de línea (el número 7 San Lorenzo, que circula mayormente por Av. Entre Ríos). Este lugar ubicado en las afueras de la ciudad, es ideal para pasar un rato en contacto con la naturaleza. Básicamente la Quebrada de San Lorenzo es un cerro muy bonito con mucha vegetación y un arroyo. Actualmente, la zona habilitada para circular ascendiendo en el cerro está reducida a unos pocos metros. Hace unos años no era así, sino que uno podía circular libremente por los senderos determinados a lo largo de la quebrada. Ahora la libertad para circular fue reemplazada por caminatas contratadas de dos o tres horas a 150 pesos aproximadamente por persona. También se ofrecen cabalgatas. Sino simplemente se puede recorrer la zona pública y tomar unos mates o comer algo disfrutando del paisaje. Hay distintos lugares para comer, desde restaurantes hasta puestos y kioskos, o bien instalaciones como mesas y parrillas.

Luego de visitar San Lorenzo, nos fuimos para el Mercado Artesanal de la ciudad, ubicado al 2500 de la Avenida San Martín (aquí no puedo recomendar transporte desde San Lorenzo porque no hay nada directo, y no queda otra que bajarse lo más cerca posible y caminar alrededor de diez cuadras). Si bien el mercado queda un tanto alejado del centro de la ciudad, unas 30 cuadras aproximadamente, si se cuenta con tiempo libre es un lindo paseo para realizar. Eso sí, es sólo ver artesanías, nada más.

Otro lindo paseo para realizar desde la ciudad de Salta (que no lo hice en esta oportunidad, pero si en las anteriores, en verano) es el Dique Cabra Corral. Se puede acceder en transporte público desde el centro de la ciudad (una hora y media de viaje aproximadamente), o bien en vehículo propio o taxi. Es un paseo ideal para pasar el día, y hay una oferta importante de distintos deportes extremos y acuáticos. También tiene pequeñas playitas para bañarse si el clima lo permite.

Del mercado caminamos por la Av. San Martín hasta desembocar en la otra punta de la ciudad en el Cerro San Bernardo. La caminata por esta avenida no tiene nada de especial. Se transita por las zonas más comerciales de la ciudad, pasando por el mercado de alimentos que encontramos cerrado, pero que tuvimos la suerte de poder conocer más adelante en el viaje. Si bien teníamos la intención de subir al teleférico (85 pesos por persona), cuando llegamos no nos resultó tan atractivo como parecía desde lejos, así que decidimos no subir. Si se quiere ascender al cerro y contemplar la ciudad desde lo alto, existe también la posibilidad de hacerlo en vehículo, o bien a pie (mil escalones). De allí fuimos para el centro de la ciudad, con la intención de visitar el Museo de Arqueología de Alta Montaña, pero el mismo está cerrado los lunes -y era lunes-, así que caminamos un poco más por el centro, y ya anocheciendo volvimos al Hostel. Próximo destino... 

La Quebrada de Humahuaca.



Recomendaciones 

  • Hostel Prisamata. Dirección: Bartolomé Mitre 833. Excelente ubicación. Ideal para interactuar, por su ambiente joven y los muchos espacios comunes. No recomendable para descansar.
  • Recorrer la calle Balcarce y disfrutar de alguna de las tantas peñas que ofrecen espectáculos y comidas a precios más que razonables, por ejemplo la Peña Los Cardones, en Balcarce 885.
  • Quebrada de San Lorenzo. Ideal para pasar un lindo momento al aire libre rodeado de naturaleza.
  • Dique Cabra Corral. Creo que es conveniente conocerlo en verano, o con clima cálido para poder disfrutar de la oferta de actividades y por qué no darse algún chapuzón lejos del calor de la ciudad.
  • Museo de Arqueología de Alta Montaña. Lamentablemente no pude visitarlo, así que no puedo emitir opinión alguna, pero es una de las visitas recomendadas en la ciudad.

jueves, 6 de febrero de 2014

Jamaica Jammin'!

Luego de un día en Miami donde no paró de llover, y después de una hora y media de vuelo, llegamos a Montego Bay, el lugar turístico por excelencia en Jamaica. Ubicado en la costa noroeste de la isla, ya desde el avión uno puede apreciar un mar verde turquesa, que baña las playas de arena blanca de esta famosa isla del Caribe. Jamaica es un destino dificil para viajar desde Argentina, pero un destino fácil y económico al cual acceder desde Miami, con lo cual aprovechamos la escala que teníamos al volver de Nueva York, y fuimos a paliar un poco el frío a las costas caribeñas de esta pequeña y bella isla.

Apenas llegamos nos dimos cuenta que la comunicación, por más que el idioma oficial es el inglés, no iba a ser tan fácil. Los jamaiquinos hablan un dialecto, el creole jamaiquino o patois (patuá), que es una especie de inglés cortado, abreviado, con síntesis de palabras unidas entre sí. Realmente cuesta entenderles y hacerse entender si no utilizan el inglés convencional. Al llegar estuvimos un rato en el aeropuerto hasta arreglar un taxi para que nos llevara a nuestro destino (30 USD el taxi oficial por 10/15 minutos de viaje. Tal vez es conveniente salir del aeropuerto y ver que se puede arreglar en la calle), y nos fuimos al hotel que habíamos reservado por Booking.com, Syrynity Palace. Si bien el hotel está alejado del centro de Montego, o Mobay como le dicen los locales, es muy bonito. Está ubicado frente al mar, con una pequeña playa privada, las habitaciones son amplias y lindas, tiene pileta y ofrecen desayuno (si bien lo sirven en otro hotel de los mismo dueños, Wexford Hotel, ubicado en el centro, te llevan de manera gratuita). También el personal fue muy amable, lo que hizo que enseguida nos sintiéramos a gusto. Y, por los precios que se manejan en Mobay, fue de lo más económico que conseguimos dentro de los estándares que buscábamos (75 USD para dos personas por noche).

Después de instalarnos fuimos al supermercado a comprar algunas cosas. Los precios en general son mucho más razonables que en Estados Unidos. Acá uno puede dejar de fijarse tanto y comprar no sólo para subsistir. El supermercado tenía una gran variedad de productos envasados y especias, y no tantos productos frescos. La variedad gastronómica en la isla es bastante limitada, y en los circuitos menos turísticos es difícil poder correrse de los hábitos alimenticios más locales. Volvimos al hotel con algunas provisiones a disfrutar del atardecer (en Enero empieza a oscurecer a las seis de la tarde).

Para moverse en Jamaica, cuando no puede ser a pie por la distancia, existe un sistema de taxis públicos (compartidos) que uno puede parar en cualquier lugar (o bien el taxi para y pregunta si se quiere transporte como sucede casi constantemente), y por dos dólares se puede viajar. Si las distancias son largas, se puede conversar el precio para arreglar una tarifa que deje a todos conformes. También se pueden tomar buses por un dólar, pero por lo que vimos es menos habitual.

El día siguiente fue de playa y caminata por el centro de Mobay, luego de un desayuno con ingredientes de almuerzo (en Jamaica se desayuna muy fuerte, nada de pan con manteca y mermelada. Hay carnes guisadas, vegetales, y comidas calientes en su mayoría). De la playa que puedo decir... Es el paraíso. Mar celeste, arena blanca, montañas y selva de fondo. Una belleza. En contraste con eso, el centro de la ciudad deja ver un poco de la pobreza del país. Las construcciones son viejas y poco mantenidas, la ciudad está muy poco cuidada en cuanto a su estética y limpieza, y hay puestos de venta de casi cualquier cosa por todos lados. Es la imagen de la ciudad centroamericana que tengo en la mente, por las otras ciudades que he conocido por estos lares. Mucha gente, mucho ruido, mucha desprolijidad. Lindo para conocer, pero dan ganas de volver rápido a la paz de la playa.





Por la noche hicimos la excursión a la Luminous Lagoon. Es una de las excursiones más famosas de la isla, y conviene hacerla desde Montego Bay por la cercanía (45 minutos de viaje aproximadamente). En la laguna luminosa existen microorganismos que se encienden con el movimiento por lo que, cuando se empieza a nadar, uno se ilumina. Los brazos y piernas comienzan a encenderse de un color verdoso fluorescente. Es una experiencia muy distinta y vale la pena hacerla. La excursión se hace por la noche. Nosotros la contratamos en una agencia al mejor precio que conseguimos (55 USD en un local un tanto escondido al lado del Wexford Hotel, 39 Gloucester Av.). Por lo que vimos, los hoteles más concurridos (no fue nuestro caso) ofrecen tours grupales para hacer la excursión. 

Un tip para el turista confiado es que en Jamaica existe un "cuento del tío". Cada tanto algún jamaiquino te para y dice que te conoce de algún lugar, que es el mozo de tu hotel, o el cocinero del restaurante donde cenaste, etc. Luego te pregunta por el destino al cual te estas dirigiendo, y te dice que está cerrado o alguna excusa para que uno no vaya, invitándote a otro lugar (por ejemplo un bar), en el que seguramente tendrán algún arreglo. En pocas horas se nos acercaron tres jamaiquinos diferentes con el cuento. Y a lo largo del viaje, algunos más.

El día siguiente hicimos un poco de playa por la mañana y al mediodía partimos para la ciudad de Ocho Ríos, u Ochie, para los jamaiquinos (pasaje a Ocho Ríos 16 USD por Knutsford Express). El viaje dura alrededor de dos horas, el servicio de los micros es muy bueno y es la opción económica. En general las distancias en Jamaica no son largas, la isla es muy pequeña. Si se quiere recorrer en auto hay que tener en cuenta que en Jamaica conducen con el sistema inglés (el volante se encuentra a la derecha), con lo cual hay que estar un poco entrenado, o bien conducir con mucha calma.

La geografía de Jamaica es bellísima. La ruta que nos condujo de Montego Bay a Ocho Ríos va bordeando un Mar Caribe celeste que contrasta con la espesa vegetación. Un paisaje digno de disfrutar. Por otro lado es un país montañoso, lo que a mi gusto lo hace aún más lindo.

El hotel de Ocho Ríos, Ocean Sands (55 USD por noche la habitación doble) era bastante sencillo, pero muy bien ubicado, en el centro de la ciudad y a sólo 1 km de la estación de micros, lo que hace que uno pueda moverse caminando a casi todos lados. (Después nos enteramos que estábamos en la "zona roja" de Ochie, pero a decir verdad no hubo nada que nos llamara mucho la atención, más allá de algunos bares un tanto extraños y poco iluminados). Apenas llegamos recorrimos la ciudad, que es muy turística, llena de negocios de souvenirs, ferias y locales de comida. Sin embargo y a pesar de todo lo turístico que uno observa, al igual que en Mobay, me dio la sensación que la ciudad tiene una vida y un movimiento independiente del turismo. Y también, si uno se aleja unos metros de la zona más turística, puede otra vez apreciar la precariedad y desprolijidad que contrasta con los paisajes paradisíacos. De todas maneras es interesante caminar las ciudades, y observar esas contradicciones. Por otro lado, debo decir que si bien uno está advertido de andar con cuidado, no nos sentimos inseguros.

La idea de visitar Ocho Ríos, más allá de que es un lugar recomendado por sus playas y uno de los centros turísticos importantes del país, era hacer dos excursiones: las Dunn's River Falls por un lado, y Nine Mile, el mausoleo de Bob Marley, por el otro. Las excursiones en Jamaica en general son muy costosas, comparado con el resto de las cosas y con el presupuesto que uno maneja (por ejemplo, hacer las dos excursiones juntas nos salía alrededor de 150 dólares por persona, y sólo se paga en efectivo). La realidad es que cuando se ven las distancias y los tiempos de cada excursión, uno se da cuenta que los precios ofrecidos no son para nada razonables. Y, paradójicamente, en un centro turístico tan importante como Ocho Ríos es imposible encontrar agencias de turismo para comparar opciones. Ya habíamos observado eso en Montego Bay, pero en Ocho Ríos resultó más notorio. De hecho intentamos buscar una agencia que habíamos visto en internet, pero no existía (lo que advierte que hay que tener cuidado en los sitios en los cuales uno pone su tarjeta de crédito). Creo que aquí los tours los manejan los hoteles con lo cual, sí uno no se aloja en un hotel importante o no viaja en grupo, las excursiones resultan más costosas porque terminan siendo privadas.

Por la noche cenamos en un restaurante justo al lado de nuestro hotel ("Jack Sparroz". Si. Sparroz) frente al mar. Los platos estaban muy buenos, eran abundantes, y el precio estaba bien. Ni que hablar de la vista. La comida en Jamaica es picante, por lo tanto hay que aclarar que se quiere "no hot", si no se gusta. Y aunque uno pregunte y le digan que no es picante, por lo general lo sigue siendo, por lo menos para mi paladar.

En Ocho Ríos comienzan a verse muchos rastafaris, cosa que en Mobay no sucedía. También la geografía es diferente, mucho más selvática y con la vegetación más espesa. Para mi gusto el paisaje es más bonito que en Mobay.

Los jamaiquinos son muy simpáticos. Constantemente te saludan por la calle, te hacen chocar puños al grito de "respect" o "no problem", y te preguntan como la estás pasando o te desean un buen viaje. Algunos lo hacen desinteresadamente y otros no. Los que no, si bien son simpáticos, a veces llegan a agobiar, sobre todo cuando en cinco minutos de paseo te paran cinco veces. Son muchos los jamaiquinos que buscan venderle algo al turista, o bien llevarlo a algún lugar o invitarlo a ver artesanías. También es impresionante la cantidad de veces que a uno le ofrecen marihuana en la calle, siendo ilegal el consumo de la misma. Todos los que te detienen para hablarte terminan ofreciéndote "a smoke". A veces cuesta caminar tranquilo por una feria, o por la calle. Pero bueno, uno tiene que entender que es un país pobre y que esa es una estrategia de supervivencia, por lo tanto creo que hay que tratar de ser amable y comprensivo, aunque a veces resulte difícil.

Como las excursiones que teníamos en mente nos resultaron bastante por fuera de nuestro presupuesto, pero no queríamos dejar de hacer al menos una, nos ingeniamos para visitar las Dunn's River Falls (cascadas), resignando el mausoleo de Bob Marley (que aunque me hubiese gustado ir, me parecía un despropósito el precio que querían cobrarnos por ello). Luego de averiguar sobre los tours a las cascadas, decidimos hacerlas por nuestra cuenta, y creo que fue una elección acertada. Tomamos un taxi que nos costó 5 USD. Luego la entrada al parque, que sí o sí hay que pagar (20 USD), más alguna propina a un guía y el locker (10 USD más). La vuelta la hicimos caminado (son 5 km al centro de la ciudad y el camino es muy bonito). Hacer las cascadas por nuestra cuenta nos permitió quedarnos en el parque el tiempo que quisiéramos, lo cual estuvo muy bueno, y en un tour no hubiese sido posible.





Conocer las Dunn's River Falls vale la pena. Es un parque muy bien armado, donde se pueden escalar las cascadas (30 metros aproximadamente) y disfrutar de la playa caribeña en la desembocadura de las mismas. La caminata por las cascadas es recomendable hacerla con guía (que sólo pide una propina a voluntad, nosotros le dimos 5 USD por ejemplo), y si después se quiere volver a escalarlas solo, que también es posible. El guía no sólo muestra el camino, sino que te lleva la cámara de fotos, lo cual es sumamente necesario. Para escalar las cascadas no hay que llevar nada encima (para eso están los lockers), y tener ropa para cambiarse luego porque uno se moja muchísimo. También, si uno no quiere mojarse el calzado (sólo se puede ir en zapatillas), hay unos puestos en la entrada que alquilan "water shoes". No es que uno se moja un poquito, se moja hasta el cuello, así que hay que tomar esos recaudos. Nosotros todavía estamos secando las zapatillas. Las Dunn's River Falls y su entorno son muy muy bellos, y se puede pasar ahí todo el día.

Luego de las cascadas nos fuimos a tomar unas Red Stripes a "Jack Sparroz" mirando el atardecer sobre el mar. Un lujo.

Por la noche intentamos buscar algún lugar más local para cenar, pero todo se encontraba cerrado. Suponemos que porque era domingo, y ya veníamos observando poco movimiento durante el día. Los jamaiquinos tienen un ritmo de vida muy tranquilo por lo que pudimos ver, con lo cual no sería raro que no trabajasen los domingos. Finalmente terminamos en un restaurante más bien local, no muy vistoso, donde comimos bien pero nada más que agregar.

De Ocho Ríos partimos a media mañana para Negril, lugar famoso por sus atardeceres, por sus acantilados y por sus playas. El viaje duró tres horas (nuevamente Knutsford Express, 20 USD el pasaje de Ocho Ríos a Negril). Llegamos a la tarde y nos instalamos en el hotel que habíamos reservado, Samsara Hotel, ubicado en el West End, la zona de los acantilados (taxi desde la estación de buses al West End, 5 USD). El hotel era muy bonito, pero la habitación podría haber estado mejor por lo que pagamos (150 USD, cabaña para dos personas). La idea en Negril era hacer vida de relax así que pagamos un poco bastante más y elegimos un hotel con instalaciones. Esa tarde y la mañana siguiente nos quedamos en el hotel, en la pileta, y aprovechamos los acantilados para nadar y ver el atardecer, que es realmente muy hermoso. 





La segunda tarde de Negril nos fuimos para el lado de la Norman Manley Av., y aprovechamos la playa. Negril tiene una playa preciosa, muy extensa y con el mar más turquesa y calentito que en las otras playas que visitamos. Sin embargo, para los amantes de las playas desiertas Negril no es el lugar ideal. La playa está invadida por hoteles, bares, paradores, puestos de artesanías, y de atracciones turísticas. De todas maneras se disfruta sin dudas. No paseamos por el centro de Negril, pero por lo que pudimos ver desde el taxi, no existe una zona céntrica delimitada. El lugar es pequeño y más bien dedicado a la vida de playa.

A la tarde partimos nuevamente para nuestro punto de inicio, Montego Bay (12 USD el pasaje en micro por la compañía amiga), a pasar la última noche (Hotel Caribic, muy simple pero excelente ubicación, 65 USD la habitación doble).

Me gustaría hablar un poco de la parte gastronómica, para aquellos que como yo disfrutan de este tipo de experiencias. La comida en Jamaica no es muy variada. Todo por lo general se basa en el "jerk", que es una especie de salsa que acompaña algún tipo de carne asada. Dicha salsa tiene un sabor fuerte, ahumado y avinagrado, y por lo general picante (o muy picante). Así, en casi todos los lugares encontramos jerk chicken, pork o beef. También sirven otra carne, oxtail, que es una carne roja. Las carnes que no son "jerk" por lo general viene trozadas (con hueso y todo) y guisadas. También hay muchos curris en las cartas de los restaurantes. Todo al estilo centroamericano, servido con arroz y porotos, y vegetales o papas fritas. Otro ejemplo gastronómico es el desayuno típico: ackee and saltfish. El mismo consta de un revuelto de pescado salado, morrón y ackee (que es una fruta amarilla). Eso viene acompañado con plátanos, batata y mandioca hervidos, banana yam dumpling (masas de banana y mandioca hervidas), y calalú (que es un vegetal parecido a la espinaca, que se sirve hervido con otras verduras como ser zanahoria, repollo y coliflor).

En Jamaica comen mucho, pesado y picante, y los platos en su mayoría giran en torno a los mismos ingredientes (pollo, cerdo o pescado, al estilo jerk o guisados). Sinceramente no fue mucho de mi gusto, pero valió la pena probar. En los restaurantes comunes es difícil conseguir variedad y comida más internacional. Tal vez alguna que otra pizza, hamburguesa o wrapp, pero no mucho más. 





Jamaica me resultó un lugar muy interesante de conocer. El contraste entre la belleza de su geografía y la precariedad que implica ser un país centroamericano pobre, brinda un contexto en el cual uno puede disfrutar sin olvidarse de algunas realidades. Y creo que para un viajero eso genera un aprendizaje y una experiencia mucho más enriquecedora que sí uno sólo fuera a permanecer en un hotel, mirando hacia el mar. Por otro lado, la posibilidad de interactuar con la gente del lugar, que me resultó muy amable y cálida, se da únicamente si uno está dispuesto a encontrarse con esos contrastes tan típicamente latinoamericanos (aunque en Jamaica se hable inglés).



Recomendaciones

- Hoteles. (Fijarse que por lo general, a la hora de reservar, no están incluídos unos impuestos que luego cobran).

Montego Bay:
Syrynity PalaceDirección: Reading P.O., St. James, Jamaica, West Indies. 
Caribic Hotel. Dirección: 69 Gloucester Avenue, White Sands. 

Ocho Ríos:
Ocean SandsDirección: Avenue 14, Ocho Ríos. 

Negril:
Samsara HotelSamsara. Dirección: West End Road, Negril.

- Excursiones

Luminous Lagoon (laguna luminosa). Conviene hacerla desde Montego Bay porque es el lugar más cercano. Se puede hacer en tour, o bien tomar un taxi que vaya hasta el lugar de donde salen los barcos y ahí contratar el paseo por la laguna (desconozco si la segunda opción es más económica que la primera). Se realiza cuando oscurece.

Dunn's River Falls, en Ocho Ríos. se puede hacer por cuenta propia tomando un taxi hasta las cascadas, o caminando. Si se hace en tour no se va a poder disponer del tiempo que uno quisiera en el parque, que es muy bonito para quedarse.

- Micros de larga distancia Knutsford Express. Se pueden sacar pasajes online, pero por lo general se consiguen con poca anticipación y tienen varios servicios diarios a los principales destinos.

- Si se opta por conducir, hay que tener en cuenta que en Jamaica el volante está del lado derecho (y por lo tanto las carreteras en consonancia a esta forma de conducir). Desconozco los precios para alquilar auto.

- La comida es generalmente muy picante, así que conviene preguntar antes de pedir, para no llevarse sorpresas poco gratas. Si no se quiere comer picante, las palabras mágicas son "no hot". Todo lo que diga "hot", de lo contrario va a picar.

- Los precios en Jamaica en general son razonables y hasta económicos en algunos casos y lugares. La excepción son los taxis privados y todo aquello destinado exclusivamente al turismo (desde excursiones hasta souvenirs). Para abaratar costos en materia de transporte conviene manejarse en taxis compartidos o buses, o bien alojarse cerca de las actividades y lugares que se quieren hacer y visitar. Y en lo que respecta a regalos y souvenirs, mejor comprar un Toblerone en el free shop y todos contentos.



martes, 28 de enero de 2014

New York New York

Llegamos al aeropuerto JFK de Nueva York a las 6 a.m. de un primero de Enero, con lo cual muchos de los trabajadores de migraciones estaban de asueto, y eso nos significó más de una hora y media de espera para efectivamente pisar suelo americano. Del aeropuerto nos dirigimos a Brooklyn, Crown Heights (líneas 3 y 4 de subte, estación Kingston Av.), barrio judío ortodoxo donde estaba ubicado nuestro hotel (Hotel Eshel, del cual no encontré ninguna página web interesante). El barrio es bonito con casas bajas y arquitectura armónica, lejos de la imagen de la Nueva York que uno espera encontrarse. El clima en Enero, mucho frío, afuera. Y calor, mucho calor en los interiores, lo que genera una incomodidad casi constante de vestirse y desvestirse permanentemente. No hay outfit que resulte adecuado. Sólo paciencia. 

Con sólo dos horas de sueño, más el golpe climático que significó pasar de cuarenta grados de sensación térmica a menos bastantes, salimos a dar un primer vistazo a la ciudad más nombrada y filmada del mundo. Luego de recorrer Crown Heights con todos sus negocios kosher y aquellos destinados a la vida judía observante, nos tomamos el subte línea 3 rumbo a Manhattan. Debo decir que el metro y sus estaciones no me generaron ningún tipo de admiración estética, como sí lo hicieron en los países europeos, pero cabe destacar que el sistema es muy amplio y conecta toda la ciudad de punta a punta. También, para aquellos que estamos acostumbrados a manejarnos con un subte limitado, el metro de Nueva York puede resultar un poco confuso al principio. Hay muchas líneas, con números y letras, y varias de ellas pasan por el mismo anden. Hay servicios locales (que se detienen en todas las estaciones), y express (que sólo se detienen en algunas), y dependiendo del día y/o el horario, pueden funcionar una o ambas. Sólo se trata de prestar un poco de atención, y preguntar si uno no está seguro. En el peor de los casos se tendrá que combinar con alguna otra línea, si se toma la equivocada.

Bajamos en la 42 St. en el centro de Manhattan, pleno Times Square, y por fin apareció Nueva York tal cual la esperaba: una vorágine de luces, propagandas, gente, negocios, más y más gente comprando, consumiendo, más luces que te muestran desde publicidades de ropa, coca cola, fast food, hasta saludos de año nuevo. Movimiento constante. Nada ni nadie se detiene. Carritos de comida en las esquinas ofreciendo platos de los más diversos orígenes: hamburguesas, falafel, comida griega, hot dogs. Todo lo cosmopolita de esta ciudad se puede ver parado en una esquina de la Broadway Av. y la 45 Street.

El midtown Manhattan es tan abrumador como impactante. Nada escapa a la locura de estímulos. Si se mira arriba, abajo o a los costados da igual. En todos lados está pasando algo, sin respiro. Los edificios se muestran compitiendo por cual es el más alto, original y luminoso. Las tiendas son asfixiantemente grandes. Entrábamos a los negocios casi sin pensarlo, empujados por la marea de gente, y salíamos enseguida siguiendo nuestro instinto de supervivencia. Creo que mi primera impresión fue de encanto y mareo. De no saber que hacer, que mirar, adonde ir. Después de pasear un rato, la fascinación por las luces se hizo agobiante y la necesidad de paz insostenible, así que nos refugiamos en alguna de las calles laterales. La vorágine céntrica se hace un poco hostil de a ratos. Tal vez las pocas horas de sueño, sumado al hecho de que haya sido un día feriado ayudó al caos, no sé. Pero todo es multiplicado y exagerado.

En las calles aledañas encontramos una plaza, el Bryant Park, con un lindo mercadito con cosas poco accesibles a nuestra moneda devaluada. De camino hacia allí, se veía el Empire Estate y el edificio Chrysler, dos emblemas arquitectónicos de la ciudad. Pasamos por algunos teatros y sus centros de venta de tickets con descuento (donde las letras iluminadas de las obras que se ofrecen son tan estridentes que creo que uno elige cualquiera con tal de no seguir mirando el cartel).


Más tarde recorrimos el Rockefeller Center, con su vertiginosa torre vista desde abajo, su árbol de Navidad gigante y su pista de patinaje para aficionados, con doscientas personas alrededor que sólo miran esperando que alguien se caiga.

Nueva York tiene la particularidad de que en cada lugar uno puede encontrarse aglomeraciones de personas mirando cosas totalmente sin sentido para uno.







El día siguiente comenzó a las 4 de la mañana rumbo a Washington D. C. No hay tiempo que perder. Washington fue una visita express, más que a las corridas, y sin mucha moraleja para mi gusto. La ciudad es pulcra, amplia. Por lo menos en su zona céntrica no hay edificios altos, sólo grandes construcciones que en su mayoría son edificios de gobierno o museos. Hay plazas extensas por todos lados. La ciudad mantiene un color y una estética uniforme, armoniosa y aburrida. La primera parada y la más larga, fue el Museo del Holocausto. Conmovedor como todo museo del holocausto, y perfectamente bien puesto como cualquier establecimiento yankee. Casi tan perfecto que hasta uno se olvida que eso fue realidad. Después del museo, y en tiempo récord recorrimos el Museo Smithsoniano de aire y espacio (en Washington hay varios museos de este centro educativo:  http://www.si.edu). El tiempo que estuvimos en el museo sólo me alcanzó para un pantallazo general y la tienda de recuerdos, suficiente para mi interés en la materia. De allí conocimos el Capitolio, la Casa Blanca y el Lincoln Memorial, todo a las corridas, mientras oscurecía, la temperatura se hacía cada vez más hostil, y comenzaba a nevar. Y como se preveía, la nevada se hizo cada vez más intensa, y el viaje de vuelta a Nueva York fue de más de ocho horas.

Por la mañana, toda la ciudad se encontraba cubierta de nieve y con una temperatura terriblemente helada. Realmente el frío se siente y mucho. Por un lado fue un placer conocer Nueva York con nieve (ahora realmente entiendo el espíritu navideño), pero por otro limita mucho las posibilidades de caminar y pasear. Se está deseando casi todo el tiempo entrar a algún lugar calefaccionado (y cuando se lo encuentra, uno desea no haberse puesto tanta ropa). El primer paseo del día, desde la parte sur de Manhattan, consistió en tomar el ferry por el río Hudson desde el cual se aprecia la Estatua de la Libertad chiquitiiiiiita, y Manhattan desde lejos, que es una vista preciosa (el paseo en ferry para cruzar el río y volver es gratuito, para llegar hasta la base de la estatua hay que pagar). Luego recorrimos parte del Lower Manhattan, Wall Street, pasando por la St. Paul's Chapel (que estaba cerrada), y subiendo por Brodway Av. llegamos a la famosa Canal St. para adentrarnos en Chinatown y Little Italy, y finalizar comiendo un delicioso hot pastrami en la famosisíma Katz de la Hudson St. (205 E Houston St. http://katzsdelicatessen.com/. 19 dólares el sándwich. Ojo, es para compartir). El Lower Manhattan me gustó mucho. Pierde la espectacularidad y la vorágine de Times Square, para ser un lugar más creíble. Las tiendas, el movimiento callejero y los edificios con sus escaleras por fuera de la estructura tan vistos en diversas series taquilleras, retratan una Nueva York donde uno ya puede encontrarse dentro. Otra vez el frío, que por suerte fuimos atenuando con un poco de sol y unas petaquitas de vodka, fue un actor importante en el paseo, pero creo que se puede llegar a olvidar por un rato, si se está disfrutando. Lamentablemente la nevada nos impidió visitar el memorial 19/11, también ubicado en esta zona de la ciudad.





Nueva York es de por sí una ciudad cara. Y para aquellas monedas que están lejos de competir con el dólar, algunas cosas resultan demasiado caras. Comer en algún local de comida rápida no baja de 15/20 dólares (algo básico), las entradas a los museos entre 20 y 30 dólares, y ni que hablar de la ropa y otros accesorios y recuerdos turísticos. Si se dispone de un presupuesto ajustado, hay que elegir bien que paseos hacer y tratar de abaratar costos con las comidas (los supermercados son una opción posible, ya sea para comer en algún parque si la temperatura lo permite, o bien en el alojamiento que uno disponga, si cuenta con alguna comodidad para hacerlo).

Al día siguiente recorrimos el barrio del Soho, donde buscamos un mural famoso que simula la pared de un edificio (Greene St. y Prince St.). El Soho es un barrio comercial y de viviendas, donde se pueden encontrar las marcas más famosas y exclusivas como Louis Vuitton y Prada, hasta H y M, Forever 21, y otras del estilo más popular. El barrio tiene mayormente edificios bajos, pero a medida que uno avanza hacia el norte, va aumentando la altura de las construcciones. También varios lugares de comidas y locales nocturnos se encuentran aquí (lamentablemente el frío y la distancia en la que se encontraba mi hotel no hizo posible vivir la noche del Soho, pero quedará dentro de la lista de los pendientes).

Por la tarde nos dirigimos hacia la zona del Central Park (59 St. y 5th Av. para tener alguna referencia), con la intención de conocer The Frick Collection (http://www.frick.org), museo de arte con muy buenas referencias en las guías de viajeros. Cuando llegamos la fila era muy larga, y la hora de cierre muy cercana (importante chequear los horarios antes de ir, cosa que no hicimos), así que decidimos no entrar y aprovechar el tiempo para pasear por el parque. Entramos por la 5th. Av. El parque estaba todo nevado. Una belleza, pese al frío. Después de una pequeña caminata encontramos las buscadas estatuas de San Martín y José Martí, ubicadas en la mitad del límite sur del parque (59 St.) y nos pusimos muy contentos. Ya oscureciendo nos dirigimos hacia el sur de Manhattan, más precisamente al Puente de Brooklyn, para cruzarlo a pie. Ver Manhattan desde el puente con sus rascacielos imponentes y sus miles de luces es algo impagable. Lo deja a uno encandilado. Sin dudas una de las caminatas más lindas, y la perspectiva más hermosa de esta ciudad. El puente no es extenso, y vale la pena caminarlo para poder detenerse y contemplar las diferentes vistas.





El domingo por fin visitamos el MoMA (Museo de Arte Moderno. 11 W 53rd. St. http://www.moma.org/). Me encantó. Fue el único museo que pudimos visitar por el poco tiempo con el que contábamos, y creo que la elección fue acertada. El edificio es precioso y con la extensión justa como para no sentirse aturdido. Las instalaciones y muestras nos resultaron muy interesantes, pero lo mejor fue la colección estable de obras y artistas que se exponen en ese museo (Picasso y "Las Señoritas de Avignon", Monet, Van Gogh y "La Noche estrellada", que nos emocionó más que ninguna otra, Rivera, Warhol, y otros genios). La entrada al MoMA sale 25 dólares, lo que para nosotros es bastante, pero ni hace falta que diga que lo vale. También valió la pena retirar las audio guías (gratuitas), ya que no sólo uno tiene el relato de las obras, sino que se pueden sacar fotos para que luego el museo las envíe por mail, además de otras perlitas virtuales.

En la mañana del último día en esta ciudad maravillosa recorrimos el barrio de Chelsea, y pasamos por el Madison Square Garden. Chelsea es un barrio comercial sin mucho atractivo, al menos en las calles que recorrimos. Allí se encuentra la famosa tienda de electrónica, B & H (420 9th Av.), que para los amantes del rubro resulta una linda visita (no para mi). De allí partí tempranito rumbo a Broadway para sacar mi entrada para ver "El Fantasma de la Ópera". Acá otra vez hay que hacer de tripas corazón y entregar la tarjeta de crédito sin dudar: la entrada me salió 95 dólares, y fue lo más barato que conseguí. Existe la posibilidad de conseguir entradas más económicas en una suerte de "cartelera" (Tickets, 7th. Av. y 46th. St. Es una tribuna muy grande y visible bajo la cual se encuentran las ventanillas para la compra de entradas (abren a las 15 hs., al menos en invierno). Yo disponía sólo de esa noche así que no pude utilizar ese beneficio. De todas maneras debo decir que mi entrada valió cada centavo. 

Una vez con mi butaca en el teatro asegurada, encaré nuevamente para el lado del Central Park, pero esta vez por la 8 th. Av. Desde ahí, además de pasear por el parque y conocer el Lennon Memorial (la famosa placa en el suelo del Central Park con la palabra "Imagine", que Yoko Ono puso en memoria de John), conocí la puerta del Dakota (1 W 72nd St., y 8th. Av.), donde Lennon vivía y fue asesinado. Atravesando el Central Park desde la 8th. Av. rumbo a la 5 th. Av. se aprecian para mi algunas de las vistas más lindas de Nueva York. Los lagos interiores del parque (que hay muchos) estaban congelados y algunos sectores todavía estaban cubiertos de nieve, lo que generaba una estética muy bella. Paseamos por el parque pasando por el conocido Bow Bridge, y la pista de patinaje sobre hielo, para al fin salir por la esquina de la 59th. St. y la 5th. Av., donde se encuentra el gran Apple Store y el cinematografiado Hotel Plaza, dando inicio a la parte comercial exclusivisíma de la Quinta Avenida neoyorquina.






Muy lejos de sentirme Carrie Bradshaw, no sólo por la falta de efectivo sino por el poco sentido de la estética al que estaba obligada por los 15 grados bajo cero, recorrimos la 5 th. Av. y sus lujosos locales de las grandes marcas. Entramos a Tiffany's donde no encontré nada que me gustara, así que sólo nos perfumamos. También conocimos la famosa juguetería FAO Schwarz, al lado del Apple Store, (donde está el piano gigante en el piso que aparece en muchas películas), y seguimos caminado un poco y viendo vidrieras importantes e inaccesibles.

Luego del paseo por la 5th. Av. tomé el metro, y con todas las expectativas del mundo me fui al teatro Majestic (247 W 44 St.), a ver "El Fantasma de la Ópera" (http://www.thephantomoftheopera.com ). No tengo palabras. En materia de espectáculos es realmente una de las mejores cosas que vi en mi vida, si no la mejor. La puesta en escena, los vestuarios, los artistas, todo, absolutamente todo fue increíble. Me emocioné, lloré, y salí del teatro con una sonrisa que no se me borró por un largo rato.

La última mañana en Nueva York nos despertó con 25 grados bajo cero de sensación térmica. Se hace difícil. Voy a tener que volver a esta ciudad, pero sin dudas va a ser con calor.

Nueva York me resultó contradictoriamente encantadora. Es una ciudad que expulsa mientras uno se esfuerza por entrar. Es vertiginosa y abrumadora de a ratos. Parece que nunca se detiene, lo que nos impide permanecer quietos en algún lugar, y nos obliga a entrar en esa mecánica del continuo transitar, contemplando con esfuerzo. Es una dinámica de expulsión de hecho, pero que aquí resulta y se torna fascinante. Todo pasa rápido: las luces, los autos, las comidas, los paseos. En Nueva York hay poco tiempo, o al menos es la sensación que uno se lleva en la primera visita. 


Creo que por eso la gente vuelve. Hay algo que queda pendiente.



Recomendaciones


- En invierno el clima es difícil (más allá de la particular ola de frío que nos tocó en suerte). Si se decide viajar en esta fecha es recomendable llevar mucha ropa de abrigo e impermeable (por la nieve). También tener en mente que no es posible caminar y permanecer mucho tiempo al aire libre, como tal vez uno lo haría con otro clima, y que es posible que algunas actividades no se puedan realizar (por ejemplo nosotros no pudimos subir al Top of the Rock, ni patinar sobre hielo por razones climáticas).

-  Nueva York es una ciudad muy grande, y las distancias son largas. Por lo tanto, a la hora de elegir la ubicación del alojamiento, lo ideal es pensar en zonas lo más cercanas posible del centro de Manhattan, donde casi todo transcurre (Times Square, Soho, Central Park en su extremo sur). De no ser esto posible por elección o por cuestiones monetarias, hay que tener en cuenta que se estará mucho tiempo viajando para alcanzar las principales atracciones. Nosotros viajamos con un programa en el cual teníamos el alojamiento en el barrio de Crown Heights, Brooklyn, y teníamos cerca de una hora de metro para llegar al Central Park.

- Si se quiere abaratar costos, una opción importante son las comidas. Tener comodidades para poder comer en el alojamiento en que se esté tiene grandes ventajas en este sentido.

- Los museos cierran temprano y no están abiertos todos los días, con lo cual es importante chequear esta información antes.

- Para comprar entradas con descuento para los musicales se puede ir a Tickets (7th. Av. y 46th. St.). También existen sitios de internet que brindan descuentos e información. Les dejo dos que me pasó un amigo con mucha experiencia en el rubro: http://www.theatermania.com  y http://www.playbill.com.