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lunes, 14 de diciembre de 2015

Escandinavia Parte II



¿Que puedo decir de Estocolmo? Es hermosa, imperial, con construcciones maravillosas, y con la desprolijidad necesaria para sentirla viva. A diferencia de Oslo, cuya perfección de a ratos se torna hostil. Estocolmo es la ciudad europea que uno piensa encontrar, y que supera las expectativas. Debo decir que quedé un poquito enamorada.

Estocolmo está compuesta por varias islas, unidas entre sí por puentes, trenes, subtes, y demás transportes que hacen a la conexión de una ciudad europea. En el centro se ubica una pequeña isla, llamada Gamla Stan, que es el centro histórico de la ciudad. Un lugar verdaderamente precioso, que no se puede dejar de admirar. Cada calle, cada plaza, cada edificio es más bello que el otro. Aquí se ubica el Palacio Real y es el centro turístico por excelencia, con mucha oferta gastronómica y de souvenirs. Cuanto más se aleja uno de las calles más transitadas, este pequeño reducto se torna mágico. No sé cuantas fotos saqué, pero cada vista me parecía aún más linda que la anterior.

A pocos minutos en barco también hay otra isla muy bonita llamada Djugarden, donde hay un gran parque de diversiones, y abundan los espacios verdes. También hay algunos museos. Hermoso lugar para caminar si el día está lindo.

Al norte de Gamla Stan se ubica el distrito más comercial de la ciudad, y la estación central de trenes. No por ello este barrio deja de ser interesante. Las construcciones antiguas están muy bien mantenidas, y se suman algunas más modernas. Es una zona de mucho movimiento, que conserva la característica principal de Estocolmo: la belleza.

En esa ocasión me tocó alojarme en un barco. Si, en un barco. Estocolmo ofrece este tipo de alojamientos que resultan económicos para los que viajan con poco presupuesto. Tal vez no tienen las comodidades de un hostel, pero es una opción interesante y original. El mío estaba ubicado justo frente a la ciudad vieja, con lo cual la vista era privilegiada.

El día siguiente, como parece ser habitual en esta época del año, amaneció con lluvia. En Oslo también tuve muy mal tiempo. Los lugareños decían que eso era señal de que el otoño ya había comenzado, con lo cual el otoño no debe ser una estación muy amigable para el turista. Pero bueno, cuando uno está de paseo, con lluvia o con sol, hay que recorrer igual. Por la mañana visité el Museo de fotografía, Fotografiska. Para los amantes de este arte es una visita imperdible (y para los que no, puede ser que también). Es un museo de lujo, con una calidad artística y unas instalaciones excelentes. 

Luego caminé un rato por la zona ubicada al sur de la ciudad vieja. Una zona más residencial, con plazas y edificios. Esta zona está en un sector alto de la ciudad, con lo cual hay escaleras y calles empinadas. Fue una hermosa caminata, pese a la lluvia. A diferencia de la parte situada al norte de la ciudad vieja, esta zona conserva la arquitectura más tradicional, así que es un lugar para caminar sin rumbo y disfrutar de la belleza de las calles.

Más tarde y con una lluvia que cada vez se hacía más copiosa, hice la visita al Palacio Real, la cual resultó muy entretenida. El palacio no es tan lujoso como Versalles pero mucho más distinguido. Luego, la caminata me llevó para el edificio del City Hall, desde donde además de apreciar la construcción, se puede tener una hermosa vista de la ciudad vieja y alrededores. Y ya contando las horas para volver, no quedó más opción que recorrer un poco la zona comercial y sus galerías. Obviamente sin la posibilidad de comprar absolutamente nada.



Estocolmo me resultó considerablemente más amigable que Oslo. Además de su belleza incomparable. También se nota que es una ciudad mucho más multicultural. En este sentido, Oslo pareciera una ciudad homogénea, diferente a casi todas las ciudades europeas, donde la constante inmigración deja su marca. Parece que Oslo no tiene marcas, o se las tapa. También es notorio en Estocolmo la cantidad de inmigrantes y refugiados pidiendo en las calles y estaciones (mayormente parecían gitanos, de Europa del este o países de Medio Oriente). Si bien en Oslo esto también está en la agenda del día, no se ve la misma cantidad. Tal vez la lluvia favoreció su concentración en las estaciones, no lo sé, pero me resultó notorio.

Luego del paseo por la maravillosa Estocolmo que me renovó las energías, decidí darle una nueva oportunidad a Oslo, ciudad tan linda como fría. Por la mañana decidí por primera vez escuchar música durante el trayecto a la universidad. No suelo hacer esto, porque me gusta escuchar el movimiento de las ciudades que visito, pero allí había más silencio que otra cosa, así que preferí distraerme con mi música. La noche anterior, cuando viajé del aeropuerto a mi casa, tomé conocimiento que en los trenes de Oslo hay vagones para hacer silencio. Anteriormente, en alguna ocasión me subí en algún vagón donde no se escuchaba el anuncio de las estaciones por el altoparlante. Yo claramente pensé que tal vez no estaría funcionando ¿qué otra cosa iba a pensar? Pero no. Acá todo funciona, y en los vagones silenciosos el altoparlante está, obviamente, en silencio. Resultó ser que esa noche de regreso del aeropuerto, me subí en uno de esos vagones sin darme cuenta, y me puse a hablar por teléfono con mi novio. Un hombre se paró, me miró no muy amablemente y me hizo la señal de silencio con el dedo índice en sus labios, y acto seguido me señaló un cartel casi imperceptible de una figura humana haciendo el mismo gesto. Así que corté el teléfono y me quedé malhumorada. La mañana que decidí escuchar música, estaba muy contenta con mis auriculares mirando el paisaje, cuando una señora se me acercó y me indicó (en Noruega las cosas se indican) que apagara mi música porque estábamos en un vagón silencioso. Y tristemente apagué la música para volver al silencio nórdico.

Para mi, y esto es una apreciación muy personal, Oslo es como una persona perfecta, hermosa, pero sin gracia, sin energía, sin una cuota de rebeldía. En el tiempo que estuve viviendo en esa ciudad no pude descubrir cómo la gente se divierte (obviamente pensado desde mi óptica de cómo la gente debe divertirse). No escuché música sonando en ningún lugar, ni grupos de gente pasando un buen rato. Seguramente de turista hubiese tenido otra experiencia. Por otro lado, los noruegos permanentemente hablan de "la cultura Noruega", que tiene que ver con la puntualidad, el orden, la calma, y la satisfacción que da saber que todo funciona. Seguramente eso haga en gran parte a su manera de vivir bien, a su felicidad, pero realmente no lo sé. No pude descubrirlo. Es muy difícil saber que siente, que piensa, o que le sucede a un noruego.

Otro rasgo de la cultura noruega es tener una “cabin”. Muchos noruegos, por generaciones, tienen casas de fin de semana, a las que llaman cabin. Algunos las tienen en la montaña, y otros en las islas y fiordos. Y otros las tienen en ambos sitios. Son casas pequeñas, a veces sin electricidad ni servicios, donde van a descansar en familia. Es una costumbre muy típica del país, algo así como nuestra costumbre de tomar mate. Y bueno, es un país rico, por donde se lo mire y realmente se nota, no sólo en lo que concierne a la ciudad y sus servicios, sino en la calidad de vida de la gente. Sin embargo, en una de las charlas que tuvimos nos dijeron que pese a ello no tienen el índice de felicidad más alto, sino que el premio se lo llevan los latinos. Los dichos populares no son tontos, y el dinero no compra la felicidad.

El programa incluía algunos días en un pueblo a unas dos horas de Oslo llamado Skien. El trayecto que une ambos lugares tiene unos paisajes de cuento. Montañas llenas de pinos, arroyos y lagos. La naturaleza noruega es extraordinaria. Skien es un pueblo pequeño, donde se mezclan edificios nuevos de pocos pisos, con las típicas casas de madera y amplios jardines. El entorno natural de montañas y pinos le da un aspecto muy bonito, porque el pueblo en sí no tiene nada del otro mundo. No sé si fue porque era el interior, y como en todo interior la gente es más amable, pero allí sentí un ambiente más ameno que en Oslo.

De Skien nos fuimos a pasar el fin de semana a la cabaña de uno de los organizadores del programa, en un lugar llamado Skåtøy. El viaje desde Skien fue de casi dos horas, y tuvo un primer tramo en auto, y un segundo tramo en lancha. El paisaje de aquella zona es muy bello. Vendría a ser una especie de delta del Tigre, pero con mar, islas y fiordos, llenos de pinos y vegetación. En cada isla se pueden ver decenas de estas casas de fin de semana, que dan cuenta del buen vivir del pueblo noruego (o al menos de gran parte del mismo). 

Skåtøy es un lugar ideal para descansar, lleno de calma y silencio. Aunque según mi parecer, toda Noruega está llena de calma y silencio... En fin, en estas islas hay todavía más calma y más silencio. El lugar es ideal para relajarse, hacer caminatas y paseos en lancha. En uno de los paseos visitamos Kragerø, un pueblito marítimo muy pintoresco, con callecitas empinadas y casas que miran al mar. Y como de costumbre por estos días, la lluvia se hizo presente y me acompañó hasta que finalmente dejé ese país.



Mi experiencia en Noruega fue muy diferente a mis otras experiencias de viaje. Tal vez el hecho de estar sola en un país que no te integra me dejó algunos recuerdos un poco amargos. Y obviamente no es lo mismo estar viajando que estar estudiando y tener que organizar una rutina en un lugar donde uno no se siente alojado y cómodo. 

Noruega es un país de unos paisajes bellísimos. Su entorno natural es extraordinario. Oslo no me dejó ningún recuerdo remarcable. Sólo la imagen de su perfección, y esa sensación de que todo funciona bien, que viene de la mano con la sensación de que nada puede sorprenderte. Y realmente nada me sorprendió. Oslo es una ciudad linda, prolija, donde la gente es el reflejo de la ciudad. Tiene ciertos lugares interesantes, pero la falta de espontaneidad la tornaba de a ratos aburrida para mi gusto. Los lugares que visité al interior de Noruega siguen esos mismos parámetros, tal vez en menor escala, y rodeados de naturaleza. Pero mi sensación fue la misma en todos lados.

Recomendaciones:

Estocolmo
  • Pase de transporte de 72 hs (para todos los transportes, incluyendo el viaje al aeropuerto) 230 coroncas suecas. 
  • Traslado desde el aeropuerto al centro de la ciudad: para no pagar ningún extra hay que tomar primero un bus y luego un tren. Sino se puede pagar un plus por tomar el tren desde el aeropuerto. 
  • Información turística: En el mismo aeropuerto. Vale la pena dedicar unos minutos y pasar por la oficina de información. El personal es muy amable, brindan buena información y ofrecen mapas.
  • Hostel-barco Gustaf ar Klint. Dirección: Stadsgårdens Kajplatser 153, 116 45, Estocolmo. 345 coronas suecas cama en camarote para cuatro personas (esto incluye 60 coronas por las sábanas y 60 coronas por el desayuno, ambos opcionales. Las sábanas si no se alquilan es obligatorio llevarlas). El alojamiento no tiene muchas comodidades, pero la ubicación ubicación y el precio inmejorable. El desayuno es muy completo, vale la pena contratarlo.
  • Museo Fotigrafiska. Dirección: Stadsgårdshamnen 22, 116 45, Estocolmo. 120 / 90 coronas suecas (público general / estudiantes). Un museo alucinante. Para los amantes de la fotografía es una visita imperdible.
  • Palacio Real. Dirección: 111 30, Estocolmo. 150 / 75 coronas suecas (público general / estudiantes). Lindo Paseo si hay mal tiempo. Si se cuenta con sólo un día puede obviarse.
 
 
 

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