Atención! En primer lugar prender los parlantes y poner play...
Cuba fue mi primer
destino internacional planificado por mi, sin mi familia. Viajé en Enero de
2009, cuando se cumplía el 50 aniversario de la Revolución. En ese momento no
me dedicaba a escribir mis experiencias durante el viaje. No estaban tan de
moda las netbooks, tablets y demás artefactos. A veces me da un poco de
tristeza no haber plasmado en palabras las sensaciones, lugares y experiencias
vividas en ese viaje "en tiempo real", porque realmente para mi Cuba
fue una bisagra.
De todas maneras,
más allá del día a día, las anécdotas y recomendaciones que uno escribe en un
diario, desde que me dedico a escribir sobre mis viajes, siempre sentí la
necesidad de escribir acerca de Cuba. Y ahora, con la excusa del blog, siento
que puedo, y debo hacerlo.
Lo bueno es que de
Cuba no se me olvidó nada, ni un detalle. La tengo grabada en la retina y en el
corazón.
Hay algo de Cuba,
y más precisamente de La Habana que me cuesta poner en palabras. Es una sensación
en el cuerpo. Para mi La Habana no pasa desapercibida, no es indiferente, no da
lo mismo. Se la odia o se la ama. Y yo opté por lo segundo.
La Habana es contradictoriamente hermosa. Se
respira un aire de resistencia, mezclada con bronca, lealtad, libertad y
encierro. Una de las sensaciones más placenteras de mi viaje fue sentarme en
ese malecón bello e imponente a mirar el mar. La primera vez que vi esa imagen
quede absolutamente embelesada. En una ocasión una cubana se me acercó y me
dijo algo así: “acá en La Habana un fin de semana tenemos dinero para comer una
pizza. Tal vez al otro fin de semana sólo nos alcanza para tomar un helado en
Copelia. Y tal vez al siguiente sólo podamos venir al malecón y sentarnos a
contemplar. Y con eso es suficiente para ser felices”.
Y realmente, si uno puede abstraerse (o no) de
todas las contradicciones en ese lugar maravilloso, se siente felicidad. Para mí,
La Habana es de esos lugares a los que uno siempre sueña con volver, aunque
todavía no se haya ido. Es como sentirse alojado, como en casa.
Seguramente muchos pensaran en los pobres
cubanos que piden jabón (a mi la verdad que no me pasó), o que piden dinero, o
que piden salir. Y no niego que eso exista. Cuba es un país que vive bloqueado
literalmente, y que resiste. Pero mi intención acá no es presentar una
postura política, ni discutir sobre que realidad es mejor o peor. Sino intentar
transmitir lo que sentí en esa isla. Para mi fue como llenar los pulmones de
aire puro.
En Cuba conocí muchos lugares: La entrañable Habana, Santa Clara y el
mausoleo del Che, la maravillosa Santiago de Cuba, la colonial y super turística
Trinidad, Cienfuegos, Girón, y las hermosas playas de Cayo Santa María y
Varadero. El recorrido por el país fue alucinante, no hay lugar que no haya
disfrutado a pleno. Pero La Habana me tomó por completo.
Cuba es la mezcla perfecta de ciudades
maravillosas, paisajes paradisíacos, y gente extraordinaria. Escuchar a los
cubanos, a los que están a favor y a los que están en contra del régimen, es
tarea obligada. Y verlos divertirse, tocar su música y bailar, es sinceramente
imperdible.
Todo, Bucanero de por medio.
Ya yendo a los datos prácticos, en cuanto a las
opciones de alojamiento, Cuba tiene la particularidad de moverse en dos
extremos: o los grandes hoteles, o las casas de familia. No hay muchas
posibilidades intermedias. Obviamente yo opté y recomiendo la estadía en casas
de familia. De más está decir que no cuentan con las grandes comodidades de un
mega hotel, pero en general están muy bien. Y la experiencia de compartir,
aunque sea como turista, el mismo techo con una familia cubana es realmente
excepcional. Más aún si uno está dispuesto a interactuar con ellos, a
conversar, preguntar y compartir momentos.
Cuando estuve en La Habana conocí a una familia
maravillosa, Anita, Vitico y Yani, en cuya casa nos hospedamos, y a cada
persona que sé que va a viajar les sugiero que se comuniquen con ellos. Además
de que la casa es muy linda y está muy bien ubicada, ellos son los que hacen
que la estadía sea única.
En lo que a itinerario respecta, el que voy a
presentar lo hice con un grupo de amigos, así que más allá de que es ajustado,
es posible. Es un recorrido para tener un pantallazo general de la isla, y que
queden muchas ganas de volver.
Llegamos a La Habana donde permanecimos tres
noches. Nuestra casa estaba en el barrio de El Vedado, que es un barrio
residencial, muy lindo y tranquilo. Si uno quiere evitar toparse con la invasión
turística es una excelente opción ya que no se encuentra lejos de las mayores
atracciones, pero lo suficientemente alejado del quilombo. Durante estos
días en La Habana recorrimos el Museo de la Revolución, la Plaza de la Revolución
y Monumento a José Martí (en dicha plaza es donde está el famoso edificio con
la cara gigante del Che, donde es recomendable ir antes de que anochezca
para ver como se ilumina), y los barrios de El Vedado, Centro Habana, Miramar y la
Habana Vieja. En esta última conocimos la Bodeguita del Medio (donde Hemingway
tomaba sus mojitos), el Floridita (donde Hemingway tomaba sus daiquiris), la
Plaza de Armas y la vieja Catedral. La Habana Vieja es el lugar más turístico
de la ciudad. Estando en La Habana también nos dimos el gusto de conocer las
playas del Este, donde uno puede arribar contratando un taxi. Son muy bonitas.
Y finalmente debo decir que, más allá de todas
las atracciones, lo más hermoso que tiene esta ciudad es su malecón. Sentarse
allí en cualquier momento del día a contemplar el mar y la ciudad, y respirar
ese aire, es único. Y obviamente que con una Bucanero en la mano, todo se ve aún
mejor.
A la mañana partimos para Santa Clara donde
llegamos al medio día. En nuestro caso particular alquilamos una combi porque
éramos muchos, pero la agencia de micros de larga distancia -Vía Azul- cubre
ese recorrido. Santa Clara es de visita obligada por su valor histórico y
porque allí se encuentra el Mausoleo del Che. Pero a mi criterio, no es una
ciudad tan bella como para quedarse a disfrutarla (y menos si uno cuenta con
poco tiempo). Así que como nuestro plan era seguir viaje por la noche hacia
Santiago de Cuba, dejamos los bolsos en la terminal y recorrimos el Mausoleo
del Che, el tren Blindado y el centro de la ciudad.
Esa misma noche tomamos un micro rumbo
a Santiago, donde llegamos a la mañana siguiente. Estuvimos dos o tres noches,
y si no hubiese sido por la falta de tiempo, realmente me hubiese quedado más.
Santiago es una ciudad alucinante, cuna de la Revolución cubana. Pero creo que
una de las mayores fascinaciones en relación a esta ciudad fue porque ahí
realmente sentí el espíritu musical auténticamente cubano. El son, la trova y
la salsa sonaban en cada bar y fiesta a la que fuéramos. Mis mejores noches en
Cuba fueron en Santiago.
En lo que a atracciones turísticas respecta,
allí conocimos el cuartel Moncada, el cementerio de la Santa Ifigenia con la
tumba de José Martí, Compay Segundo y otros, La casa de la Trova, la Granjita
Sinoney y playa Siboney, éstas dos últimas un tanto alejadas del centro de la
ciudad, aunque es sencillo negociar algún transporte. Y sino se puede ir en
camión (así se denomina al transporte público en esa ciudad).
En Santiago recomiendo alojarse en la casa de Lourdes.
Una casa muy bonita con una terraza preciosa con una vista increíble de la
ciudad. Y la anfitriona muy amable y siempre con buenas recomendaciones.
Después de la recorrida por Santiago, partimos
hacia Trinidad, donde llegamos también por la mañana. Hay que tener la precaución
de tomar el micro correcto. A veces en Cuba no está mal preguntar más de una
vez. Nosotros nos equivocamos y terminamos en la terminal de Sancti Spiritus,
donde tuvimos que conseguir un taxi que nos llevara a Trinidad. Por suerte en Cuba eso es sencillo. Siempre hay algún local dispuesto a llevarlo a uno a destino.
En Trinidad estuvimos dos noches.
Trinidad es una ciudad muy linda, Patrimonio de la Humanidad. Así que lo
que tiene de linda, lo tiene de turística. Permanentemente uno es interceptado
por cubanos que ofrecen de todo y piden otro tanto. Pero pese a esto, creo que
es una ciudad digna de conocer. Además, Trinidad cuenta con Playa Ancón, que es
sinceramente una belleza. Así qué uno puede huir un poco del acoso al turista y
disfrutar de una hermosa playa bañada por el Mar Caribe.
En cuanto al alojamiento, prácticamente cada
casa alquila habitaciones para turistas, y todas manejan los mismos precios. Así
qué sólo es cuestión de preguntar un poquito.
De Trinidad partimos hacia Cienfuegos, donde
estuvimos otras dos o tres noches. Cienfuegos es una ciudad linda y no tan turística
como las otras que visitamos. Tiene una hermosa costanera y mucha movida
nocturna (donde predomina el reggaeton). Lo que más me gusto del paso por
Cienfuegos fue que desde allí alquilamos una estanciera manejada por un cubano
llamado Pipo, y visitamos la ciudad de Girón y su museo (que cuenta la historia
del desembarco en la Bahía de Cochinos). De allí Pipo nos llevó a un lugar llamado Caleta Buena, donde
había una especie de "all inclusive" a precio para cubanos, con
piletas naturales formadas en el mar. Un lugar alucinante. Volvimos con unos
cuantos tragos encima, y con Pipo cantando al compás de "Un montón de
estrellas", del guajiro Polo Montañez. Lo escribo y se me dibuja una
sonrisa.
En Cienfuegos nos alojamos en la casa de
Reinier y Mariana, donde cocinan los mejores "chicharritos" de Cuba.
Existe la opción de visitar Girón y sus
alrededores también desde Trinidad, si no se quiere pasar por Cienfuegos, y
bajar un poco el ritmo.
De Cienfuegos contratamos una combi nuevamente
y viajamos a los Cayos (específicamente Cayo Santa María, el cual queda cerca
de Cayo Coco y Cayo Guillermo). Tengo entendido que, por lo menos desde
Trinidad, hay micros de Vía Azul que llegan hasta la localidad de Ciego de Ávila,
que sería la entrada a estos cayos, y que desde allí se puede contratar un taxi
para los aproximadamente 100 km. restantes. De los Cayos que puedo decir... Es
realmente el paraíso.
Del cayo volvimos nuevamente a La Habana (a
casa...) donde estuvimos unos tres días más, creo. Conocí la feria artesanal de
la Habana Vieja, y la tribuna anti imperialista. Y por supuesto cargué
nuevamente mis pulmones con aire del malecón. También contrate una excursión a
Varadero, lugar famoso por sus playas. Realmente no valió la pena, y encima el
día no acompañó. Después de conocer los cayos, Varadero no se sí tiene mucho
sentido, salvo por el hecho de conocer otro lugar.
Y después de haber recorrido esta isla
maravillosa, con mucha nostalgia me despedí de La Habana. Con la promesa
y el deseo que aún mantengo de volver algún día.
(aunque hayan terminado de leer, les recomiendo seguir escuchando el compilado cubano mientras realizan otros quehaceres, es una belleza!)
Recomendaciones
·
Cuba maneja
dos monedas: el peso cubano y el CUC (peso cubano convertible), esta última más
destinada al turista. Obviamente la diferencia entre una y otra moneda es
bastante grande. Manejarse sólo con pesos cubanos es prácticamente imposible
para el turista, aunque siempre se puede conseguir alguna que otra cosa con
esta moneda y ahorrarse un poco de dinero (sobre todo comidas en puestos
callejeros, productos en algún agro mercado, y algún que otro transporte público).
Para el cambio de moneda, al menos cuando yo viajé, convenía llevar
euros y no dólares estadounidenses. Usar la tarjeta de crédito para el
alojamiento y los gastos diarios, si uno no va a manejarse en el circuito más
turístico es imposible.
·
Alojarse en
casas de familia. Yo por supuesto recomiendo la casa de Anita en La Habana, la
casa de Lourdes en Santiago de Cuba, y la casa de Reinier y Mariana en
Cienfuegos. Para todas ellas pueden contactar a mi amigo Víctor
(fallingnow@terra.com). Víctor es el hijo de Anita, pero tiene los contactos de
las otras casas.
·
Si uno se
aloja en casas de familia, muchas veces ofrecen la posibilidad de desayunar,
almorzar o cenar allí. Vale la pena. Por poco dinero se puede comer una rica
comida casera cubana. Todos salen ganando!
·
Para viajar
largas distancias es recomendable usar los micros de la empresa Vía Azul.
Recomiendo llevar abrigo para el viaje (al menos en los que yo viajé el aire
acondicionado era muy fuerte).
·
Para viajar
cortas distancias se puede negociar el precio de algún auto con los lugareños.
Y en ciudades grandes se puede utilizar el transporte público. Se viaja un poco
apretado.
·
En Cuba
cuando se espera el transporte, o cambiar dinero en una CADECA (casa de
cambio), o lo que sea que acumule gente que espere lo mismo, raramente se forma
una fila. La técnica es llegar al cúmulo de gente y decir la palabra mágica
"último?”. Seguramente un cubano se señalará a sí mismo, y uno ya sabrá
quien le antecede.
· Para los
que como yo son amantes del baile, la Casa de la Trova en Santiago de Cuba es
un lugar más que recomendable para esos fines.
·
Y lo
principal, interactuar con la gente. Es maravilloso todo lo que uno puede
encontrar y aprender hablando con los cubanos.